¿Ya conoces la historia de los maniquís que cobraron vida en una conocida tienda de SLRC?

Aunque pudiera parecer un cuento inverosímil, hay personas que aseguran que esto realmente sucedió

Gloria Negrete | Tribuna de San Luis

  · viernes 15 de octubre de 2021

Hay gente que asegura que los maniquís se mueven por las noches/Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


Una de las leyendas urbanas más conocidas en esta ciudad, es la relacionada a los maniquís que se mueven por las noches en una conocida tienda departamental, la cual describe Beda Domínguez en su libro “La herradura de los deseos”.

La escritora destacó que dicho cuento de misterio parece inverosímil y que podría ser sólo una “jugarreta” de la imaginación, sin embargo, indicó que varias personas le comentaron y aseguraron que lo que a continuación contará realmente sucedió en San Luis.

Era común, refirió Beda Domínguez, que las empleadas se quedaran a dormir en el área de muebles después de concluir los inventarios.

Siempre era la misma rutina y jamás había ocurrido nada extraño, no al menos, hasta una madrugada de marzo cuando a las 2:00 de la mañana, en medio del silencio un par de trabajadoras percibieron claramente el sonido característico de personas aparentemente corriendo.

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Cinco centavos solicitaban las “viejitas” que misteriosamente aparecían y desaparecían de las casas de las familias sanluisinas en los años 50´s / Cortesía | Ramón Noriega Raascón


Como que alguien anda allá arriba, dice en voz baja Marisa. Sí, dice Clara, yo también escuché como que corrían escaleras abajo, parece que se dirigen hacia acá con nosotras, ¿Y si es un ladrón que se quedó escondido en algún vestidor o baño? concluye muy asustada.

Marisa marca apresuradamente el número celular de su jefa, la gerente de la popular tienda ubicada en la plaza comercial de la calle 26.

-Son tus nervios, no creo que este alguien más que tu compañera de inventarios y tú dentro de la tienda, revisamos muy bien antes de cerrar y poner las alarmas-le dice la gerente por el teléfono a la consternada Marisa; mientras Clara, angustiada, se estruja las manos y los sonidos en la sección de muebles cada vez se escuchan más fuertes.

“De verdad, creo que se metió algún ratero o no sé qué pasa, pero hay mucho ruido y tenemos miedo”- le grita la asustada muchacha a su incrédula jefa por el teléfono, -Está bien, vamos para allá, contesta algo exasperada la gerente.

Extremando precauciones, la gerente de la tienda y dos agentes policiacos ingresan a la tienda la cual se ve apenas alumbrada por las lámparas emergentes. ¡Acá estamos! -grita Marisa.

¿Qué pasa? ¿Por qué no encienden las luces? pregunta un policía. No hay luz, parece que alguien cortó la electricidad, contesta Clara. ¡O se fue! -dice el agente policiaco, pensando en que las chicas están exagerando todo, en medio de una crisis de histeria. Sus cuestionamientos al respecto se ven interrumpidos por sonidos fuertes los cuales notan que son ocasionados por las puertas de los refrigeradores que sin motivo aparente se empiezan a abrir y cerrar como azotados por alguien invisible con una gran fuerza.

La luz eléctrica regresa e ilumina todo un panorama donde las puertas de los refrigeradores, las cocinas integrales y guardarropas, siguen abriendo y cerrando sin control. Las tapas de las lavadoras y secadoras se levantan y caen como en una macabra secuencia mecánica programada de antemano.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


Murmullos de risas infantiles y una voz de mujer se pierden entre los ruidos de los muebles. De pronto, todo cesa, la luz se va de nuevo y por unos instantes el silencio impera y las empleadas de la tienda, estupefactas descubren algo nuevo: ¡La familia! ¡Faltan la mamá y el niño! grita Marisa aterrada. ¡Es verdad! exclaman al mismo tiempo Clara y la gerente. ¿Cuál familia? pregunta uno de los oficiales de policía. ¡La familia de maniquíes al pie de la escalera! ¡Faltan la madre y el hijo! repite la empleada presa ya de un temblor incontrolable.

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Un escalofrío los recorre a todos, con la luz de la luna unas sombras gigantes se proyectan en la pared detrás de las cajas registradoras, son una mujer y un niño que parecen caminar lento, la mujer sujeta al niño como si tuviera miedo de perderlo en medio de una populosa calle.

En el área de ropa se escuchan sonidos de carruseles girando a gran velocidad, una camisa sale volando y llega hasta los pies de Marisa quien con los ojos llenos de lágrimas no puede moverse ni articular palabra.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


La gerente sin valor para investigar qué es lo que está sucediendo, decide que es hora de abandonar el lugar, no sin antes colocar de nuevo las alarmas y dejar el lugar perfectamente cerrado. Si alguien anda ahí adentro ¡ahí amanecerá! dice firme con ánimo de creer que una persona “muy viva” está provocando todo. Una patrulla ronda vigilando la tienda por el resto de la noche.

A las 8:00 de la mañana, la gerente llega nuevamente acompañada por oficiales de la policía. Abren la tienda y proceden a revisar el lugar, la luz del día ilumina todo profusamente.

Ropa botada por todos lados aparece, algunos muebles aún están con las puertas abiertas, el lugar luce totalmente solitario, no hay huellas ni rastros de personas en el lugar.

Al pie de la escalera una familia artificial está nuevamente reunida, la madre denota un profundo desvelo en su fino y helado rostro. El niño, modela como con aspecto resignado e irreverente la ropa de temporada y se le aprecia un gesto de fastidio, y en su posición que aseguran los empleados dista mucho de la original, parece atisbar curioso hacia el piso de abajo como esperando las sombras de la noche para poder escapar de nuevo de su inmóvil y desconocido mundo; narra Beda Domínguez en el capítulo titulado ¿Escape de un mundo artificial? Del libro “La herradura de los deseos”.

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Raúl Caballero | Tribuna de San Luis