Una mayor atención y protección, así como vigilancia y constante monitoreo del entorno social es lo que se pide para que niños y niñas puedan evitar ser víctimas de abusos deshonestos por parte de pederastas o pedófilos, sobre todo dentro de los hogares que es el sitio donde es más recurrente del delito y en el que menos se sospecha donde pueda ocurrir dado al grado de confianza.
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En ese sentido y ante la “cifra negra” de casos que se pudieran registrar en San Luis Río Colorado y que no son reportados a las autoridades, la terapeuta y criminóloga Mitzy Sabrina Rodríguez Anaya exhorta a las personas que hayan sido afectadas por este tipo de situaciones a buscar ayuda psicológica y solicitar el apoyo de organismos e instituciones dispuestas a sacarlos adelante, sobre todo a los padres de familia o tutores que sepan de la victimización de sus hijos o parientes.
Aunque la pedofilia y pederastia son dos conceptos que, hasta la fecha, no han sido incluidos dentro del Código Penal de Sonora, se reitera que es la denuncia un factor decisivo para la intervención adecuada y con lo que se podría proceder legalmente a través investigaciones en torno al delito de violación, tipificado en el artículo 218 de dicha ley, o en el de abuso sexual, según lo indicado en el artículo 169 B, siendo éste último referente a la incidencia cometida en perjuicio de un menor de edad.
“Un pedófilo es quien busca a niños o niñas menores a los 8 años para fantasear, muchos tienen pornografía y otros prefieren ver de lejos la víctima; en cambio, un pederasta es quien comete el delito de abuso sexual con un contacto físico”, agregando que los pederastas comúnmente eligen a varones, no son agresivos, son solitarios y usualmente tienen edades entre los 30 y 50 años.
En su experiencia laboral, la entrevistada ha registrado que el 40% del total de hombres pederastas llevan a cabo el abuso sexual, mientras que el 15% de mujeres son las que consuman el acto con menores de edad, siendo éstos en su mayoría niños de 5 años.
SEÑALES DE ALERTA
Sin embargo, hay que saber identificar al agresor, lo cual es muy difícil ya que se presentan ante la sociedad como personas carismáticas, la mayoría presentando una afinidad constante con quienes eligen como víctimas, quienes suelen emitir señales de alerta que son perceptibles si se les brinda la atención adecuada, como “cambios de conducta, aislamiento prolongado y humor distinto al habitual, así como desvalorización personal (baja autoestima)”.
“Hay niñas que pierden el interés por jugar, estudiar, bañarse o comer, ya no quieren moñitos ni faldas, en su mayoría son cambios sutiles que ameritan mucha atención por parte de sus padres. Algunos entran en depresión o comienzan a sufrir ataques de ansiedad. También, pueden ser agresivos con otras personas más pequeñas y dejan de concentrarse en lo que hay en su entorno”, dijo y aseguró que esto es dado a un mecanismo de defensa del menor que fue abusado.
Además, se destacó que cuando un niño o niña es víctima de agresiones sexuales suelen ignorar a las personas que les piden atención, presentan alteraciones en el habla y actitudes como de un menor de 4 años; algunos se orinan en sí mismos o en la cama, se chupan el dedo, se comen uñas o el cabello y hay un completo desinterés en su apariencia personal.
PERFIL DE UN AGRESOR SEXUAL
“Son personas que tienen problemas para socializar, tuvieron infancia traumática y tienden a ser muy reservados; ellos siempre culpan a la víctima, porque 'iba bien vestida', o porque `estaba muy bonita´, no aceptando nunca su responsabilidad”, agregando que la mayoría tiene en común una inconsciente necesidad de venganza en contra de unos padres violentos, por ejemplo, representando a su víctima como a ellos mismos.
“No usan violencia, tienen un acercamiento gradual y generan confianza. Hacen lo que se llama 'grooming', que es cuando un menor expresa un sentimiento o mal momento y su agresor en potencia manifiesta que él vivió lo mismo, buscando congeniar con la víctima para luego manipularla. Esto pasa siempre porque a quienes eligen son menores con baja capacidad para resistirse, en su mayoría miembros de familias desorganizadas y faltos de afecto”.
“Los padres que ya saben que sus hijos fueron abusados busquen terapia, pues es como una 'herencia' que, aunque no es genético, se van reproduciendo patrones de conducta en las víctimas y lo pasan a sus descendientes. Tienen que procesar la información y tratar de que el dolor mental se dirija a donde debe ser en sus pensamientos, reorganizando sus emociones bloqueadas en la sinapsis”.