Para sentir un inmenso amor por un hijo o hija no es necesario llevarlo 9 meses en el vientre, considera Carmen Figueroa quien se convirtió en madre hace 12 años al adoptar a María, una niña que pertenecía a una familia vulnerable.
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Carmen conoció a su hija a los 9 meses de nacida y desde ese momento la amo y a pesar de no ser su madre biológica la considera de su propia sangre, pues la niña llegó para complementar su vida.
Platicó que, ante el descuido de la madre biológica, la niña desde los primeros meses de edad vivía con su abuelita, al igual que 2 de sus hermanas, por lo cual Carmen se las llevaba a su casa para cuidarlas por algunas horas durante los fines de semana.
Debido a que la abuelita tenía dificultades económicas para brindar a sus nietas una buena calidad de vida y viendo la falta de interés de la madre de las menores por atenderlas, propuso a Carmen que se quedara con María, lo cual con gusto y emoción aceptó.
Al poco tiempo, hablaron con la madre de María para iniciar con los trámites de la adopción y fue así que Carmen se convirtió en mamá por primera vez, sintiéndose una mujer plena y feliz al tener a su lado a su hija.
Se puede amar a un niño, aunque no sea de tu propia sangre. Para mí, ella es mi hija. Desde que está conmigo le dio sentido a mi vida. Dios es muy bueno porque me mandó esta gran bendiciónCarmen Figueroa
“Cuando mi hija estaba bebé, de meses de nacida, la conocí por medio de unos familiares de mi esposo y déjame decirte que desde el primer día que la vi sentí algo muy especial por ella”, expresó.
“La abuela no podía cuidar a tantos nietos, por eso yo le pedía autorización para llevarme a la niña y a sus hermanas a mi casa los fines de semana. Las bañaba, peinaba, jugaba con ellas y les daba comida”, dijo.
“Cuando se llegaba el momento de regresar a las niñas a casa de su abuelita, me angustiaba, me sentía triste. Un día, su abuela me propuso que adoptara a quien ahora es mi hija y yo acepté de inmediato, aunque en ese momento me sorprendí”, mencionó Carmen.
AFORTUNADA DE SER MADRE
María, actualmente, tiene 12 años y cursa el sexto grado de primaria. Es una niña muy inteligente. Está en clases de violín y en sus ratos libres disfruta dibujar y leer. Le atrae la naturaleza y los programas educativos que se transmiten por televisión e internet.
María, a pesar de que no vive con su familia biológica, convive con sus hermanas quienes la visitan con frecuencia en su casa.
“Yo considero que se puede amar a un niño, aunque no sea de tu propia sangre. Para mí, ella es mi hija. Desde que está conmigo le dio sentido a mi vida. Dios es muy bueno porque me mandó esta gran bendición”, externó Carmen, emocionada.
“Mi hija me tiene plena. No me quedé con ganas de tener más hijos. Soy una mamá muy afortunada por tener una hija tan inteligente como ella. Soy inmensamente feliz”, puntualizó.