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Sólo 48 horas separaron a Lilian Susana González Bracho de cumplir su objetivo de llegar Estados Unidos. La contingencia Sanitaria por el Covid 19 la mantiene hasta el día de hoy en la frontera de San Luis Río Colorado a cinco mil kilómetros de su hogar en Maracaibo, Venezuela.
La primera ciudad que conoció fue Cancún, Quintana Roo. Llegaba por fin a México y estaba más cerca de reunirse con sus padres y su hija de 18 años de edad. En ese punto turístico decidió que sería el desierto de Sonora el paso más seguro para ella, su esposo y su hijo. Su intención siempre fue cruzar de la manera más legal posible. Nunca imaginó que la frontera sería cerrada por la pandemia, menos a dos días de reunirse con las autoridades americanas.
Cerrar la puerta de su casa para buscar un sueño, para lograr el objetivo de reunirse con su familia no fue sencillo. Lilian salió de Maracaibo en el año 2019, días antes había vendido todas sus pertenencias. Su equipaje era ligero, sólo lo que cabía en una pequeña maleta. Ahí empezó su travesía acompañada de su esposo y su hijo.
“Ya tengo un año y medio acá en México, soy venezolana, nuestro motivo de salir de Venezuela es la persecución política, policial, militar, en todos los aspectos. Es una situación muy triste porque era un país muy productivo”, compartió.
La ONU estima que hasta el 2020 más de 2.5 millones de venezolanos han emigrado de su país natal; la mayoría de los que huyen a los temas político-sociales son mujeres. En general, viajan principalmente a Colombia, Perú y Estados Unidos, en ese orden.
Con lágrimas en los ojos, Lilian contó que, junto a su esposo Nolberto e hijo David, desean reunirse con sus padres y con su hija, Susana, quienes afortunadamente y desde hace dos años, ya están en Estados Unidos. Mientras hay un lento reloj detenido por la pandemia, que no les ha permitido estar juntos.
““Tú lo único que te puedes traer es lo que traes en tus maletas, nada más y pienso que lo más duro es dejar a tu familia y cerrar la perta de tu casa, eso es lo más duro. Mi hijo es un bebe de cuatro años, y siento que todo esto le ha cambiado la vida. Yo le digo a él mi niño guerrero, porque batallamos mucho para estar acá”
Sus días en San Luis Río Colorado son tranquilos, aunque destellos de ansiedad le recuerden lo lejos que está de tres de las personas que más ama en el mundo, entre ellos su hija.