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Aunque en su mayoría los migrantes huyen por temas de pobreza del país que los vio nacer, de igual manera hay un alto porcentaje de éstos que se ven en la necesidad de salir por salvar su vida y la de su familia.
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A María Ofelia Sánchez Estrada a quien entrevistamos para esta edición de Tras el Sueño Americano, le ha tocado vivir violencia en su país natal y en Estados Unidos, en donde tuvo la oportunidad de refugiarse con sus tres hijos, aunque actualmente está varada en San Luis Río Colorado.
Es de San Agustín Acasaguastlán, Guatemala, un pequeño pueblo con distintos conflictos sociales, como la falta de empleo, pobreza, represión política e inseguridad, de hecho, por este último motivo, de su casa han salido por separado.
“Nosotros salimos de mi país por amenazas de muerte, pues hemos sufrido de persecución política, nos amenazaron con pistola en mano, diciendo que nos iban a matar. A mi esposo ya lo habían golpeado y mandado al hospital”, contó.
“Después a mi hijo lo golpearon, le ocasionaron dos aberturas en el brazo, por eso él también quiso migrar a Estados Unidos”.
María y su familia, no huyen por pobreza, pues años atrás, cuando no eran hostigados por terceros, les iba bien; eran dueños de un negocio familiar del que tenían los ingresos suficientes para sacar los gastos del hogar y para el estudio de sus hijos. Sin embargo, todo ello quedó atrás, al verse en la necesidad de hipotecar su casa y salir huyendo.
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“Yo no vengo para acá porque no tuviera que comer en mi país, vengo porque tenemos miedo de vivir, de que maten a mis hijos y, ¿para qué quero la vida si no para estar con mis hijos?
Pero nunca se imaginó que hacer vida en Estados Unidos sería tan difícil, donde abrían de vivir la discriminación y los tratos indignos. Al momento se vio en la necesidad de salir de ahí, fue entonces cuando otra persona les tendió la mano, pero días después, quiso cobrar ese trato especial con favores sexuales, a los que María se rehusó.
Hoy, la familia de María está separada, ella y dos de sus tres hijos en SLRC en espera de poder llegar a Estados Unidos. Y su esposo y su hijo más grande ya están viviendo de aquel lado. En común desean volver a reunirse.
“Le he pedido mucho a Dios que me haga el milagro de estar con mi familia, yo sé que él nos va a abrir la puerta”.