Días de arduo trabajo previo, cansancio, exposición al calor intenso y a las espinas de las palmeras, ese es el detrás de la producción local del dátil, mismo que se exporta a mercados de Reino Unido, donde es considerado un manjar.
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Al frente de cinco de los cientos de hectáreas en las que se trabaja este producto a nivel local, está un grupo de mujeres desde ejidatarias y jornaleras, quienes se encargan de que el dátil del valle sanluisino sea de calidad, se trata de la agrupación Unidad Agrícola Industrial de la Mujer Campesina, en la que la profesora Elvira Cid Lucero, ocupa el cargo de presidenta del Consejo de Administración.
En el espacio ubicado en los límites del ejido La Grullita, es donde se produce este dátil. Ahí, manos de mujeres y hombres campesinos del valle de San Luis Río Colorado, se encargan de todo el proceso; algunos de la cosecha, del riego, de la selección del fruto y otros de labrar la tierra, para que al final, el producto se entregue a un empaque y desde ahí se comercialice fuera del país o en menor escala, al mercado nacional.
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Aunque hay mujeres y hombres trabajando en la tierra, son ellas las que están al frente, tanto en el grupo de ejidatarias, así como Araceli Rosales, que aunque nombrada la mayordoma de la tierra, “le hace a todo”, tanto al trabajo en campo como en la administración.
“Así como podemos estar separando los dátiles buenos de los malos o empacándolos, que son los trabajos más fáciles, podemos estar trepadas en las palmeras cortando las espinas y viendo que el fruto vaya bien, hacemos de todo, sin distinción de sexo”, señaló Araceli Rosales.
Buen resultado
Este año, pese a un calor que se pronunció aún más, fuertes vientos y la falta de un buen suministros de agua, el resultado de dátil a comerciar fue mejor que el del año pasado cuando se lograron alrededor de entre 5 y 6 toneladas, sobre un poco más del doble que se ha conseguido en la presente temporada.
Al frente de cinco hectáreas en las que se trabaja este producto a nivel local, está un grupo de mujeres desde ejidatarias y jornaleras, quienes se encargan de que el dátil del valle sanluisino sea de calidad.