En esta época del año, Karla Palm Castillo elabora el tradicional pan de muerto, un postre que en México la gente acostumbra comer para celebrar el 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, y también para colocarlo como elemento en los altares.
Hace poco más de 4 años, tras el fallecimiento de su madre, Karla tomó la decisión de inscribirse a un curso de repostería en el Centro de Seguridad Social (CSS) a manera de distraerse y reponerse del momento difícil por el que estaba pasando.
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Ahí, en esa clase, aprendió a hacer postres, pasteles y pan dulce, logrando descubrir que tiene habilidad para la repostería y la panadería y aunque en un principio su intención era mantener su mente ocupada para no caer en depresión por la muerte de su ser querido, ahora tiene un negocio propio ubicado en la avenida 5 de mayo y calle Ocho, en el cual vende lo que prepara artesanalmente.
La mujer emprendedora confesó que al aprender panadería se enamoró del oficio, pues considera que cuando mezcla los ingredientes surge la magia que provoca que los cochitos, conchas, empanadas y pan de muerto que prepara tengan un sabor y presentación especial.
Al hablar del pan de muerto, refirió que el proceso es muy elaborado y tardado, sin embargo, dijo, vale la pena porque el resultado es sorprendente por el sabor que tiene, pero, sobre todo, porque es un postre que tiene sus orígenes en la época prehispánica y la receta, aunque en ocasiones con ciertas variaciones, se ha ido pasando de generación en generación.
Cada año, en el marco del Día de Muertos, Karla Palm empieza a hornear pan de muerto desde el primero de octubre porque los clientes se lo piden y la venta se extiende hasta el mes de abril.
“Cuando tomé el curso de repostería, la maestra incluyó clases de panadería y yo me enamoré de este oficio. Ahí me di cuenta que tengo habilidad y facilidad para hacer pan dulce y ahora a eso me dedico. Recientemente, empecé a impartir clases de panadería y cocina a una joven adolescente y espero que este proyecto crezca y lleguen más alumnos para poder compartir lo que tanto me apasiona”, externó Palm Castillo.
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ORÍGENES DEL PAN DE MUERTO
Según datos del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), las ofrendas de muertos tienen su origen en las culturas prehispánicas. Una ofrenda similar a la actual de día de muertos era la de la diosa Cihuapipiltin, dedicada a las mujeres que morían del primer parto, se creía que rondaban por el aire causando enfermedades entre los niños, por ello les hacían regalos en el templo o en las encrucijadas del camino.
Las ofrendas consistían en "panes" de diversas figuras como mariposas o rayos (xonicuille) hechos a base de amaranto y "pan ázimo" que era un pan de maíz seco y tostado, Sahagún lo describe así por no llevar cal, a este pan se le llamaba yotlaxcalli, otros ofrecían unos tamales (xucuientlamatzoalli) y maíz tostado llamado Izquitil, casi toda la ofrenda era de amaranto porque lo consideraban un alimento especial.
Relata fray Diego de Durán en su crónica sobre la ofrenda de Huitzilopochtli, que la gente en esta celebración "no comían otra cosa que no fuera tzoalli con miel", con dicha mezcla a base de amaranto y miel de avispa o maguey, hacían un gran ídolo a imagen del Dios, lo adornaban y vestían, de igual manera elaboraban huesos grandes que depositaban a los pies del ídolo, además ofrendaban otros "panes" como tortillas pequeñas; pasada la fiesta se los dividían para comer.