“Era uno de esos días en los que mi cerebro tenía mucho ruido. Fui a vomitar por la ansiedad que sentía. Empecé a llorar y me dolía demasiado el pecho. Fue como si alguien hubiera muerto. Fue un dolor horrible, indescriptible. Me arrastré desde el baño hasta la cocina y abrí el cajón de los cuchillos”, compartió Brianda Talamantes, una joven de 27 años residente de San Luis Río Colorado, cuando recordó aquel momento en el que se encontraba a sí misma entre la vida y la muerte, debido a una depresión en la que estaba inmersa desde hace varios años.
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Ella, quien desde los 7 años comenzó a sufrir en su autoestima debido a comparaciones entre su persona y otros niños, comenzó a luchar contra sus inseguridades hasta la adolescencia, etapa que experimentó sin sentir que existiera un problema como tal pero que sentía que algo no estaba bien.
“Esto empezó desde mi crianza. Siempre sentí que todo lo hacía mal y cuando intentaba algo sabía que iba a fracasar (…) Siempre tuve muchos amigos, nunca sentí ansiedad o depresión hasta que fui creciendo y me iba dando cuenta que no sabía quién era yo. No tenía identidad y fui tomando malas decisiones por eso”, compartió mientras destapaba una cerveza y respiraba hondo.
“CONOCÍ LA SOLEDAD EN RIVERSIDE”
Dio un par de tragos, respiró hondo y prosiguió a narrar cuando en el 2018 decidió mudarse lejos, para vivir en Riverside, California, Estados Unidos, en donde dijo que vivió los peores momentos de su existencia en medio de una comunidad machista y buscaba refugiarse de sus pensamientos en, por ejemplo, el reggaetón, un género musical que la incitaba a bailar y olvidarse de todo, sobre todo cuando le daban ataques de ansiedad.
“Terminé mi carrera como Asistente Médico, también mi servicio y me fui creyendo todo lo que decían de mí. Conocí la soledad en una recámara viviendo con personas que no me querían. Entonces, me regresé a Sonora y pensé que todo lo que me habían difamado acabaría ahí, pero en realidad arrastré todo lo que sufrí ese año y terminaron por correrme del trabajo que había conseguido en Arizona”.
Al cabo de unos minutos de desahogo, Brianda tomó un cigarro y lo encendió, ordenando con eso algunos recuerdos, los cuales la remitieron a los instantes en los que sintió que el mundo se le venía encima, sin empleo, sin dinero y sin uno de sus mejores amigos con quien vivía desde su retorno a esta ciudad pero que la abandonó debido a los constantes ataques de ansiedad que sufría, algo por lo que habían discutido fuertemente.
“Todo pasó en un mes; y no fue el hecho de haberme quedado sin el trabajo en el que yo ganaba mucho dinero, sino que solo fue un detonante”.
UN SEGUNDO INTENTO
Después de algunos silencios, recordó que la segunda vez que intentó "cruzar la puerta falsa" había discutido con un familiar y, aunque había sido un buen día, la ansiedad llegó a ella. Entonces, esta vez lo iba a intentar nuevamente, aunque era distinto pues se había para no sentir dolor al intentarlo.
“Fui a llorar al baño y luego me vi nuevamente frente al cajón de los cuchillos, pero ahora tenía lo necesario para que no me doliera. Estaba a punto de hacerlo, pero volteé al piso y ahí se encontraba mi perrita, Liah, a quien ya tenía desde hace muchos años y me imaginé que estaría agonizando junto a mi cuerpo, sin nadie que la cuidara. Estaba temblando y lo único que hice fue abrazarla e irme a dormir al cuarto.”, narró la entrevistada y mencionó que, al despertar al día siguiente el 4 de julio de 2019, lo que hizo fue buscar terapia con una psicóloga, la cual la canalizó a una psiquiatra con quien acudió durante los próximos cinco meses.
UNA NUEVA ETAPA
“Me costó mucho aceptar que yo no era todo lo malo que yo creía y hoy, a un año que intenté quitarme la vida, me encuentro en el mismo donde lo quise hacer, pero más gordita, feliz y con un proyecto en puerta”, compartió respecto a su nueva etapa como una mujer llena de nuevos retos con su negocio “Flor de Jade”, en el que busca ofrecer una experiencia a sus clientes al momento de hacer “unboxing”, es decir, cuando abren sus productos que son envueltos en cajas con diversas presentaciones personalizadas.
Poco a poco, dijo, ha ido haciendo nuevas relaciones, todas positivas, y se enfoca en su negocio de ventas por internet, con lo que ofrece productos estadounidenses, como ropa, accesorios, frituras y dulces.
“Me siento la más feliz del mundo, pero esto sí se tiene que trabajar mucho. Ir a terapia es como pelar una cebolla, cada sesión es viajar capa por capa; terminaba mal y fue algo muy duro. Andar por la vida sin saber quién eres es difícil. Me reconstruí totalmente. Nadie puede venir a ayudarte, pero sí a darte aliento”, subrayó.
A su vez, mencionó que “es algo muy personal. Cada quien tiene que buscarlo y saber qué quiere, si vivir o dejarse morir. Si eliges lo primero, tienes que hacerlo bien y dando todo de ti. Yo vine a esta Tierra a ser feliz y no era justo tener tantos años sin serlo”.
Sin embargo, mencionó que “eso no significa que vas a dejar de tener momentos tristes o pruebas difíciles. La gran diferencia es que ahora, después de terapia, sabrás cómo manejarlos y que nada durará por siempre”.
Dirigiéndose a las personas que buscan quitarse la vida, Brianda pide de manera enérgica que busquen ayuda de un profesional, pues nunca es tarde. “Apoyo 100% las terapias y entiendo que muchos no tienen dinero para eso, pero también el hecho de decirle a un amigo lo que te ocurre puede salvarte. Díselo a quien sea. Solo piensen que nada es para siempre y que el dolor es pasajero. Todo pasará”, finalizó.