José Manuel Martínez Verdín es de los pocos zapateros que quedan en este municipio al que llegó en 1970 procedente de Sinaloa, con la intención de cruzar a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Sin embargo, por azares del destino se quedó a residir en la localidad, donde aprendió a reparar y elaborar calzado artesanalmente.
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Contó que, al arribar a esta frontera, hace 51 años, trabajó recolectando limones en los campos agrícolas de Estados Unidos. Recordó que para ir al vecino país tenía que brincar el cerco de alambre de púas que dividía ambas naciones.
“En aquellos años uno cruzaba la línea caminando, no había vigilancia, solo un cerco de púas. Era fácil pasar. Allá me quedaba toda la semana. Dormía, junto con otros compañeros, abajo de los árboles y en la mañana empezábamos a trabajar ahí mismo, pero no me gustó ese trabajo, mejor me regresé a San Luis”.
En esta ciudad vivía en una cuartería que se ubicaba en avenida Guadalupe Victoria, entre calles Seis y Siete. Ahí tenía como vecino a un señor que era dueño de una zapatería llamada “Changai”, quien en 1970 le enseñó a reparar y hacer calzado.
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“Al principio, mi vecino me dejaba cuidando el negocio cuando él salía y me daba unos cuantos pesos. Un día me pidió que le ayudara a clavar tacones, a pegar suelas y a cocer los zapatos y fue cuando aprendí este oficio”.
Don Meño, como lo conocen sus clientes, confesó que le empezó a gustar mucho este oficio, por lo que se empeñó en aprenderlo a la perfección. Además, dijo que en la década de 1970 y 1980 los zapateros ganaban muy bien porque tenían mucho trabajo.
En aquel tiempo la gente acostumbraba llevar el calzado a reparación o mandaba a hacerlo, sobre todo zapatos escolares y botas tipo militar para los integrantes del pentatlón.
LLEGADA DEL CALZADO CHINO
En los setenta un par de zapatos elaborados a mano costaba alrededor de 80 pesos y las botas 100 pesos, aunque eso dependía de la talla y material con el que era confeccionado, pero por lo general se utilizaba piel, vaqueta y una especie de hule grueso.
Posteriormente, Manuel trabajó por 25 años en la zapatería “Arcelia”, que se localizaba en callejón Internacional, entre calles Cuarta y Quinta, hasta que emprendió un negocio propio de reparación y elaboración de calzado en un local de avenida 5 de Mayo, entre calles Cuarta y Quinta, donde permaneció hasta hace 2 años que se instaló en su domicilio particular de avenida México y calle 31.
La reducción de trabajo para los zapateros se dio a finales de 1980, ante la comercialización de calzado chino y la moda de los “tenis”.
En San Luis Río Colorado hubo hasta 15 zapateros y actualmente son pocas las personas dedicadas a esta labor, entre ellos está don Manuel Martínez, quien a sus 75 años sigue en este oficio que tanto le apasiona.
A pesar de las adversidades que este trabajo enfrenta, Manuel se levanta todos los días muy temprano y mientras espera la llegada del cliente al taller que tiene en su casa, aprovecha para regar las plantas de su patio y para hacer labores propias del hogar, pues aunque por diversos factores, incluyendo la pandemia por Covid-19, los clientes han disminuido, él se mantiene optimista a que la situación podría mejorar en los próximos días.
Hubo hasta 15 zapateros y actualmente son pocas las personas dedicadas a esta labor, entre ellos está don Manuel, quien a sus 75 años sigue reparando calzado y atendiendo en avenida México y calle 31