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La dinámica de vida en las ciudades fronterizas con Estados Unidos es distinta a lo que ocurre en el resto del país. En su mayoría, la frontera norte está poblada por personas que en algún momento llegaron hasta este lugar con la intención de migrar a Estados Unidos, o bien, sus padres o abuelos.
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San Luis Río Colorado es un municipio pequeño, en comparación a otras fronteras, como Tijuana o Mexicali, Baja California, pues aquí hay poco más de 200 mil habitantes, según los recientes estudios del Inegi, entre éstos muchos que llegaron de paso a esta ciudad y se quedaron aquí a hacer vida.
“Allá en el Sur no hay mucho trabajo y el que hay no es tan bien pagado como aquí. Allá en una semana ganaría 1 mil 200 pesos y aquí puedo ganar el doble trabajando en el campo o el mar”, expresó Jairo Martínez Coss, un joven de 34 años de edad, originario de un pequeño pueblo de Michoacán, quien, desde menor de edad, cruzó a Estados Unidos de forma irregular, donde vivió gran parte de su juventud, trabajó, hizo amigos, pero fue deportado a México.
La historia de Jairo es la historia de muchos que, al ser deportados desde Estados Unidos, encuentran en las ciudades fronterizas una nueva forma de vida que anteponen a la posibilidad de regresar al lugar que los vio nacer.
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Jairo contó que a los 14 años de edad, acompañado de un tío y de un grupo de migrantes, se adentraron al peligroso desierto de Altar, en Sonora, con la intención de internarse sin documentos migratorios en el vecino país
Tras ser repatriado, optó por regresar a Michoacán para ver a su madre y trabajar, pero este año vino a San Luis Río Colorado en busca de una mejor calidad de vida, pues descarta la idea de regresar a Estados Unidos.
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