Sonia Urbina Aguiñiga soñaba con ser médico para ayudar a la gente, pero las circunstancias de la vida no le permitieron convertirse en profesionista y ahora, a sus 48 años de edad, reside en las inmediaciones del “basurero municipal”.
La mujer originaria de La Piedad, Michoacán, expresó durante una charla sostenida en el lugar donde vive y trabaja, que llegó a San Luis Río Colorado cuando tenía 17 años de edad, acompañada de su familia, sus padres y hermanos.
Ella, es la mayor de 5 hermanos a los que cuidó cuando eran niños, por eso no tuvo la oportunidad de continuar con sus estudios para poder cumplir el sueño que tenía de convertirse en una profesional de la medicina.
“Yo quería ser doctora para poder ayudar a los demás, pero no pude ir a la escuela, solo terminé el primer año de primaria. Desde niña empecé a trabajar y apoyaba a mi madre en el cuidado de mis hermanos menores”, externó.
“Recuerdo que de niña casi no jugué con mis amigos. No salía mucho a la calle a convivir con ellos porque no tenía tiempo para eso. Cuando no estaba trabajando, tenía que cuidar a mis hermanos”, relató Sonia Urbina.
A esta frontera la familia de Sonia vino con la intención de cruzar la línea divisoria para ir Estados Unidos en busca de una mejor calidad de vida, ya que en Michoacán los salarios eran muy bajos.
“Allá en Michoacán se ganaba poco. El trabajo en el campo era muy duro. Mi familia y yo nos dedicamos a la siembra de maíz, frijol y garbanzo. Cuando llegamos a San Luis nos tocó trabajar en el valle en la limpia y corte del cebollín, cilantro y coliflor”, agregó.
Sonia Urbina ha tenido que enfrentar las adversidades de la vida, una de éstas fue el quedarse sin vivienda y perder las pocas cosas materiales que poseía, luego de que se incendió su casa hace 10 años.
Por ese motivo, tomó la decisión de ir a vivir al “basurero”, donde también se quedó a trabajar. Ahí, en esa zona, por increíble que parezca para algunos, vive tranquila y feliz al tener lo necesario para estar bien, una cama y un “fogón” para preparar sus alimentos.
En esa área no se cuenta con los servicios de energía eléctrica ni agua potable, sin embargo, la señora Urbina Aguiñiga se las ingenia para no sufrir por el clima extremo característico del desierto.
“En tiempo de calor me la paso mojándome con el agua que trae todos los días una pipa. No sufro mucho por el calor, creo que ya estoy un poco acostumbrada…Bueno, tampoco me da miedo vivir en este lugar porque siempre hay gente, de día y de noche, así que realmente no estoy sola. Mis hijos vienen a verme seguido, tuve 4 pero a uno me lo mataron aquí en el basurero”, resaltó.
Una de las actividades que disfruta realizar es cocinar, especialmente los caldos de albóndigas, res y pollo. “Cuando cocino invito a comer a mis compañeros del basurero. Me han dicho que les gusta lo que preparo”, dijo sonriente la mujer.