“El niño de la Madero” es una leyenda urbana que según la vox populi, es un espíritu que vaga desde la calle Tercera hasta la Segunda, por la acera de enfrente de Banamex, desde donde estaban la tienda Dorian's hasta la Farmacia Santa Martha.
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La escritora Beda Domínguez en su libro “La herradura de los deseos” cuenta que un joven al caminar por ese sector del centro de la ciudad, tenía la sensación que alguien lo venía siguiendo y justo antes de llegar a la esquina se detuvo y sintió un tirón en su ropa y al voltear no vio a nadie.
Sin embargo, asegura haber escuchado, en ese momento, sollozos tristes, casi apagados, como de alguien muy solo, huérfano de afectos. ¿Qué te pasa? ¡Pareces asustado! -Le dice el pequeño que de pronto ve frente a él.
¿Miraste si alguien me seguía desde la calle anterior, viniendo de la Tercera para acá? Le pregunta al niño. -No vi a nadie, solo a ti que pareces un loco volteando para atrás y hablando solo, le contesta el niño con expresión burlona e irreverente. ¿Cómo que ya estás grandecito para que te de miedo andar solito en la calle no? -No me da miedo, le refuta el joven mirándolo con desconfianza y rencor.
No se explica que hace un niño de aparentemente 10 años de edad solo, en la calle a esas horas de la noche. ¿Qué haces tan tarde en la calle? -Pues nomás. -Esa no es una respuesta, ¿oye, hace frío o yo tengo frío? -No sé, yo no siento nada ¿y tú qué haces aquí en la calle, solo y tan tarde?
-Espera. Yo te pregunté eso, y te lo pregunté primero, además, yo soy mayor. -A los mayores también les pasan cosas, los asaltan, los asesinan en medio de las noches y las calles solitarias, aunque sean las del Centro.
-Muy madurito el niño ¿no? contesta el joven, ahora el del tono burlón es él. -Entonces ¿Qué haces solo en la calle y tan noche? -Ha pues sí verdad, no pues yo aquí nomás, aquí me la llevo ¿y tú? Andaba con unos amigos y como vivo muy lejos les dije que me dejaran en la Tercera, y ahí te vengo, esperando un taxi, solo que como a media cuadra sentí que alguien caminaba tras de mí, hasta sentí que me tiraban de la ropa (ríe algo nervioso) ¿tú crees?
-Sí, te creo. ¿Sí me crees? dice el joven pelando los ojos como tomates, ¿entonces sí miraste a quien me seguía, verdad? -No. ¿Entonces? -¿Oye y tienes hambre? Le dice el niño sin contestarle la pregunta. Sí, y veo que enfrente venden hot dogs, y se me antojan ¿quieres uno? -Me gustaría, pero no, no puedo comer.
¿Y porque no? no me vayas a salir con que mejor quieres que te de dinero. -¿acaso te pedí dinero o algo? Le dice el muchachito algo ofendido. No pues no, pero te invito uno ¿sale? ándale, aprovéchate Matías que de esto no hay todos los días. -No me llamo Matías y no, no quiero comer nada, más bien, no puedo, dice el niño con tono melancólico.
Bueno... tú te lo pierdes, ¡yo sí quiero! sin tomar en cuenta la mirada y la vocecita triste del niño el joven cruza la calle y pide un hot dog y una soda. -¿Cómo la ves con el chamaco? no quiso comerse un” perro” ¿por cierto, lo conoces? ¿vive por aquí cerca? ¿De quién hablas? le contesta el hotdoguero.
Ese niño que está ahí, dice girando la vista hacia la acera de enfrente donde piensa que aún está el niño parado. Tenemos rato que te vemos hacer señas, como si hablaras con alguien, le dice el policía que vigila los comercios del centro y acompaña al hotdoguero en medio de la noche-casi madrugada.
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Sí, le apoya en su aseveración el hotdoguero, hasta creímos que eras uno de esos loquitos que andan perdidos en la calle. ¿Y el chamaco que estaba ahorita conmigo? ¿A ese no lo vieron? - ¡Miró al niño!-Exclaman el hotdoguero y el policía al mismo tiempo que le preguntan ansiosos y asustados: ¿Cómo era? ¿De qué edad más o menos? -Como de 10 u once años, moreno flaquito, contesta el joven mirándolos extrañado, mientras devora su “perro caliente” -Él, amigo, es el ánima de un niño que fue asesinado ya hace muchos años aquí en el centro, le dice muy serio el policía, y según cuenta la gente solo lo ve y lo escucha, todo aquel a quien ya le falta muy poco para morir.