El pertenecer a la Cruz Roja Mexicana desde 1993 ha contribuido a que Álvaro Ismael Anaya Castillo sea una mejor persona y perciba de manera diferente la vida, así como a superar la depresión por la que atravesaba.
Álvaro Ismael Anaya conoció la Cruz Roja Mexicana en el momento idóneo, pues hace 26 años estaba desorientado y pasaba por momentos difíciles. Un día al pasar por el edificio de la institución llegó a preguntar qué necesitaba para ingresar y desde entonces participa como socorrista.
Platicó que durante los tres primeros años fue voluntario y luego de ese tiempo empezó a recibir un apoyo económico por su labor, el cual en 1993 era de 400 pesos quincenales, mientras que hoy percibe poco más de 2 mil pesos por jornadas de 8 horas diarias, con un día de descanso.
El trabajo de socorrista lo combina con la labor de trabajador de la construcción, pues cuando no está en la Cruz Roja dedica su tiempo libre a edificar casas pues es un oficio que aprendió en su juventud.
Cuando ingresó a la benemérita institución tenía 23 años de edad y a la fecha ha desempeñado diversas labores en las áreas de enfermería, en la conducción de ambulancias y por ahora tiene el cargo de jefe de servicios en el departamento de paramédicos.
Con el paso de los años, Anaya Castillo se ha capacitado integrándose a cursos y talleres que se ofrecen dentro y fuera de la Cruz Roja Mexicana. Recientemente concluyó la escuela de paramédicos en la cual obtuvo el grado de técnico en urgencias médicas.
“Considero que en esta profesión como el cualquier otra es importante capacitarse para actualizar nuestros conocimientos y aprender más. Aquí nos motivan a prepararnos”, subrayó.