La Iglesia católica sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos. Sin embargo, señala D torno a la cremación que las cenizas deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente.
Información emitida a través de Aciprensa, indica que el Vaticano presentó un documento acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación, elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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Con estas normas incluidas en la instrucción titulada Ad resurgendum cum Christo, se prohíben algunas prácticas ampliamente difundidas en la actualidad entre los católicos como la conservación de las cenizas en el hogar, esparcir las cenizas del difunto en el mar o usarlas para confeccionar recuerdos.
La postura católica es clara: las cenizas del fallecido no son un objeto, igual que un cadáver no es un objeto, y mucho menos es una propiedad. Ni siquiera basta con decir que son un recuerdo, como sí lo sería una foto o un objeto cargado de memorias del pasado.
La Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma ni tampoco niega la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo. Sin embargo, externa que prefiere la sepultura de los cuerpos.
La Congregación para la Doctrina de la Fe señala que está totalmente prohibida la conservación de las cenizas en el hogar y que estas no pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares.
El Papa Francisco también ha aprobado que, para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma.
La iglesia católica siguiendo la antiquísima tradición cristiana, recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados.
El texto recuerda que en 1963 la Santa Sede estableció que “la Iglesia aconseja vivamente la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos”, pero agregó que la cremación no es contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural y que no se les negaran los sacramentos y los funerales a quienes son cremados.
El Vaticano también recuerda que “la inhumación (entierro) es en primer lugar la forma más adecuada para expresar la fe y la esperanza en la resurrección corpórea.