La conquista del Desierto de Altar fue algo casi imposible de realizar por muchos años, incluso desde la época de la colonización española, quedando en el intento de cruzarlo por una considerable cantidad de aventureros que minimizaron los peligros en sus intenciones por llegar a las Californias en las décadas de 1920 a 1950.
Así lo expone el escritor Ramón Noriega Rascón en su libro “Historias y narraciones del viejo San Luis. Un puente a nuestro pasado”, en el que cuenta que ahora que existen carreteras y comunicación vía aérea, cuesta trabajo creer lo difícil que era antes atravesar el desierto, incluso algunas personas murieron al intentarlo.
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Ramón Noriega indica que Valdemar Barrios Matrecito en su obra literaria “Por las rutas del desierto” narra que, en sus tiempos de conductor de un carromato, la travesía por los arenales vírgenes del tramo Sonoyta-San Luis era un acto heroico que muchas veces resultaba mortal y que actualmente no parece tan temible.
Sin embargo, para quienes fueron los pioneros en aventurarse por el “camino del diablo” la travesía era de vida o muerte por los terribles arenales y la falta de agua en grandes tramos que estaban tan desolados que no se escuchaba ningún ruido o cantos de aves.
Valdemar Barrios platica en sus remembranzas plasmadas en su libro, que abarcan de 1928 a 1942, que los hombres que se ganaban la vida en tan infausto trabajo se hacían responsables de los pasajeros que se animaban a “jugársela” con tal de alcanzar niveles de vida que nunca tuvieron en sus lugares de origen. Esto sin más equipo que los viejos vehículos que conducían, muchas veces haciendo camino o reabriendo brechas borradas por el viento o la lluvia.
Barrios Matrecito dice que todo comenzó con una caravana de húngaros aventureros que se lanzó por primera vez en cinco automóviles a cruzar el tramo más inhóspito, largo y peligroso desde Sonoyta a San Luis Río Colorado, saliendo de Caborca, logrando la travesía no sin antes dejar abandonado uno de los carros en el trayecto donde además pasaron penurias por los bastimentos y el constante atascamiento de los autos.
Para la arriesgada aventura contrataron los servicios de Martín Jáquez, quien fungía como guía, ya que tenía un carro “Dodge” 1922. A partir de ahí empezaron los viajes en estos automóviles a los que también les decían diligencias, haciendo un tiempo de 3 días si todo salía normalmente, ya que, por lo general, en el trayecto, los autos se “atascaban” en la arena por lo menos 10 veces.
“LA BRECHA DEL DIPUTADO”
Entre otras historias que Ramón Noriega publicó en su libro destaca otra sobre Valdemar Barrios a quien le tocó enterarse de voz de sus colegas transportistas que Daniel Castillón en una ocasión en que trasladaba de Sonoyta a San Luis a un candidato a diputado que hacía campaña política junto a su comitiva, al cruzar un banco de arena de unos 500 metros se atascó en el carro.
Barrios Matrecito resalta en el texto que, ante tal situación, el político lloró descontroladamente por lo que tuvieron que regresar a Sonoyta con todo y comitiva. Desde entonces a ese tramo arenoso se le conoce como “La brecha del diputado”.
Algunos de los viajeros perdieron la vida al “atascarse” sus carromatos en el desierto y quienes lograban llegar a San Luis se quedaban a residir en la ciudad y otros seguían su camino hacia Mexicali
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