A finales de 1950 y principios de 1960 empezaron a transmitirse los juegos de beisbol en vivo por la radiodifusora XECB que tenía sus oficinas en avenida Obregón, entre calles 10 y 11, lo cual resultaba muy atractivo para la población sanluisina que en ese tiempo tenía pocas opciones de entretenimiento, entre éstas el cine y las corridas de toros.
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Así lo escribió Ramón Noriega Rascón en su libro “Historias y narraciones del viejo San Luis Río Colorado. Un puente a nuestro pasado”, en el que expuso que don Francisco Márquez cubría las narraciones de lo que pasaba en el Campo Deportivo “San Luis” con una buena dosis de maestría en la conducción que complementaba con todo tipo de chascarrillos y anécdotas relacionadas con el “rey de los deportes”, lo que hacía muy amenas las transmisiones y daba mayor atractivo a los eventos municipales.
Durante el primer torneo estatal, cuya sede fue asignada a San Luis por primera vez en 1961, recordó que en ese tiempo tenía 11 años cuando jugaba la selección local contra la de Sonoyta y lanzaba por este municipio la máxima estrella de esos años, “El Cache” Rodríguez y por los contrincantes un pitcher espigado y flaco al estilo de Vito Vitolo, quien desde las primeras entradas se vio imposibilitado de contener a los fuertes bateadores de Algodoneros.
Ante esa “paliza” tempranera, en la que también colaboraba el tercera base, un jugador de complexión gruesa y cuello corto que a cada roletazo nadamas se agachaba, ocasionado la gritería y risas de los aficionados.
DISFRUTABAN EL BEISBOL EN FAMILIA
Ramón Noriega señaló que a falta de espectáculos que en los cincuenta y sesenta eran pocos, pues solo había corridas de toros y cines en San Luis, los ciudadanos se divertían escuchando juegos de beisbol por radio, esperándolos ansiosos sentados en los patios de sus casas, en familia.
Al escuchar a los comentaristas narrar el juego de beisbol, los radioescuchas se emocionaban, sentían que eran parte de la afición que estaba en el campo deportivo.
Mientras, en las gradas del estadio de beisbol se reunían los aficionados que gozaban al máximo lo que sucedía en el campo y aprovechando todo tipo de pifias enronquecían gritando insultos y consignas o como actualmente se dice: “Lanzar carrilla al enemigo y porras a los locales”.
Entre los “carrilludos” estaba Pablo Haro, propietario de las empresas Boliche Haro y Fotografía Haro, quien no se perdía los encuentros de la selección sanluisina.
Un día, cuando el manager de Sonoyta platicaba con “El Vitolo”, don Pablo Haro al calor de las refrescantes ambarinas “Carta Blanca” le gritó a todo pulmón que hasta la transmisión de radio se escuchó: “¡Managerrr...no les des consejos!... ¡Dale comidaaa¡”, mientras al “Cache” siempre le gritaba: “¡Ése es mi hijo!”.
SAN LUIS EN LOS SESENTA
En el libro, Noriega Rascón mencionó que transcurría 1960 en esta ciudad que en ese tiempo tenía 28 mil 545 habitantes y se notaba un cierto progreso en su urbanización al iniciar los trabajos de pavimentación de la calle Sexta, por ser una vialidad que daba acceso a la zona de tolerancia y a la zona agrícola al conectarse con la calzada Constitución.
Dicha pavimentación solo comprendía dos carriles que quedaban precisamente en el centro de la amplia calle. También se asfaltaron las avenidas Obregón, Madero y Juárez, de la calle Primera a la Sexta. Además, a estas calles y avenidas se les instaló un moderno sistema de arbotantes con lámparas de luz mercurial y algunos semáforos en los cruces más importantes, lo que daba una agradable imagen al sector.
Este municipio, a diferencia de otras localidades del estado, contaba con un trazado cuadriculado y amplias avenidas que se iluminaban durante las noches, causando el regocijo de la chamacada que podía jugar hasta altas horas.