Entre 1930 y 1940 llegar en automóvil a esta ciudad era una difícil tarea porque implicaba atravesar una zona conocida como banco de arena “El caballo”, donde la mayoría de los choferes se quedaba “atascada” por lo suelto de la arena, incluso algunos fallecieron en el intento.
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En esos años había muy pocos establecimientos comerciales en la localidad, uno de éstos fue la gasolinera San Luis, que estaba en avenida Obregón y calle Segunda, muy visitada por gente que pasaba por aquí y venía procedente del Sur de Sonora o de otras entidades con rumbo a Baja California.
Así lo cuenta el escritor Ramón Noriega Rascón en su libro “Historias y narraciones del viejo San Luis Río Colorado. Un puente a nuestro pasado”, en el que señala que, para los viajeros, llegar hasta esta zona del país era una verdadera pesadilla a tal grado que el acceso de terracería “El caballo” era conocido también como “Camino del diablo” y alternativamente había brechas que de manera constante cambiaban de rumbo por los vientos y las lluvias o porque los conductores decidían sacarle la vuelta.
Relata que algunas personas que viajaban con sus familias no alcanzaban a llegar a la ciudad porque sus carros quedaban varados en pleno desierto, ya sea descompuestos, sin gasolina o estancados en los bancos de arena entre los que se encontraba el temible banco “El caballo”, que se localizaba aproximadamente por donde hoy está el Parque Industrial Internacional.
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El escritor refiere que: “Cuando me transporto a esos tiempos tan lejanos que no me tocó vivir, puedo imaginarme las peripecias y sufrimiento de quienes lograban atravesar el temible desierto y las desesperantes angustias de quienes quedaban en el intento”.
“En los años cincuentas y sesentas me tocó experimentar y ver infinidad de carros y camiones urbanos que quedaban atascados en las arenosas calles sanluisinas donde los choferes sufrían la gota gorda para poder desatascar sus unidades, utilizando palas, cartones, ramas, palos, láminas y todo lo que encontraban 100 metros a la redonda del lugar del percance”.
MURIERON AL CRUZAR EL DESIERTO
El banco arenoso “El caballo” constituía el último azote para los agotados y desfallecidos viajeros que tenían la mala fortuna de haber caminado a pie un buen trecho del Desierto de Altar, bajo los inclementes rayos del sol en temporada de verano porque se les terminaba la gasolina o el automóvil se quedaba embancado en los arenales. Este tramo fue la tumba para muchas personas que murieron por golpe de calor o deshidratación.
Los vehículos llamados “diligencias”, que hacían la travesía desde Nogales o Santa Ana a San Luis y Mexicali en aquellos lejanos tiempos de de 1920 a 1942, tampoco estaban a salvo de semejante suplicio al cruzar “El caballo”.
Ramón Noriega expone en el libro que no había manera de sacarle la vuelta a esa zona arenosa porque todo alrededor estaba igual, incluso señaló que algunos choferes que lo intentaron cayeron en peores atascaderos y hubo casos de quienes “tronaron” el motor de sus unidades al sobrecalentarse buscando salir del arenal y quienes lo lograban tardaban hasta un día en desembancar sus carros.
Antes de 1928, cuando los húngaros utilizaron los servicios de chofer de Caborca para que los trasladaran en cinco vehículos a Mexicali, solamente los vaqueros a caballo se aventuraban para transportar ganado hasta San Luis Río Colorado y el vecino municipio a través del temible Desierto de Altar y el caudaloso Río Colorado que formaba grandes corrientes.
La gasolinera San Luis que estaba en avenida Obregón y calle Segunda era de los pocos establecimientos que había y fue muy visitada por gente que pasaba por la ciudad con rumbo a Baja California