Raúl Soto Martínez aprendió el oficio de ladrillero hace 46 años, cuando era un niño, lo cual le permitió sacar adelante a su familia y al día de hoy sus hijos están involucrados en este negocio.
Platicó que nació en esta ciudad hace 58 años. Pasó su niñez en el barrio de la Carretera del Valle en donde todas las tardes salía a la calle a jugar futbol y volibol con los niños de la cuadra.
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Raúl Soto recordó que durante su niñez empezó a trabajar en una “ladrillera” que estaba ubicada muy cerca de su casa, a la altura de la Carretera del Valle y avenida Río San Lorenzo, donde hace más de 4 décadas se ubicaban los fabricantes de este material de construcción.
Debido a la difícil situación económica de su familia, Raúl tomó la decisión de empezar a trabajar cuando tenía 12 años de edad pues deseaba ayudar a su madre a solventar los gastos del hogar.
Dijo que cuando se graduó de la escuela primaria no alcanzó a inscribirse a tiempo en la secundaria, por eso buscó trabajo. “Yo tenía 12 años cuando encontré mi primer empleo y fue con un señor que se llamaba Camilo. Él tenía una ladrillera y me enseñó a hacer ladrillos. Así fue como empecé”.
Raúl comentó que a temprana edad adquirió el compromiso de la responsabilidad al trabajar en la ladrillera del señor Camilo, pues todas las mañanas se levantaba muy temprano para ir a trabajar y no le gustaba faltar.
Además, a los 12 años de edad empezó a aportar económicamente a su casa. “Me acuerdo que en ese tiempo ganaba como 400 pesos en la ladrillera y le daba la mitad a mi mamá y lo que me quedaba me lo gastaba en ropa o iba al cine, a veces iba al Royal o al Curto. También llegué a ir al Jorge Negrete y a los Gemelos. En eso me gastaba el dinero. Nunca me gustó tomar ni fumar. La diversión en aquellos años era sana. A veces íbamos a los pozos o nos paseábamos en bicicleta”.
El señor Soto Martínez externó que de niño disfrutaba el trabajo en la ladrillera ya que ganaba bien, tomando en cuenta que en ese tiempo percibía un sueldo de 400 pesos; mientras que un ayudante de albañil obtenía un salario de 250 pesos, aproximadamente.
Contó que, durante su juventud trabajó en la empresa Virsan y los fines de semana se dedicaba a la elaboración de ladrillos en una empresa propia que instaló al asociarse con un familiar. Hasta que años más tarde se independizó y él solo se hizo cargo de la fábrica de ladrillos la cual actualmente se ubica en el ejido La Grullita, teléfono 653-1159739.
NEGOCIO FAMILIAR
Hoy en día, Raúl Soto es auxiliado en este negocio por sus hijos y aunque uno de ellos concluyó una carrera profesional, trabaja en la ladrillera apoyando a su padre.
El señor Soto manifestó que está muy orgulloso de desempeñar este oficio. A pesar de que no todo el tiempo las ventas son buenas. “La temporada de más venta es de febrero a mayo, por eso en esos meses trato de ahorrar para prepararme para la temporada en que baja la demanda de ladrillos”.
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Entre los clientes de Raúl Soto destacan sanluisinos, pero también tiene compradores de Puerto Peñasco, Hermosillo, Tijuana, Mexicali y Estados Unidos.
Para finalizar destacó: “Este oficio me gusta mucho, aunque es muy pesado y mal pagado, por eso no quería que mis hijos se dedicaran a esto. Siempre los impulsé a que estudiaran. Solo uno ha terminado, hasta ahorita, su carrera profesional, pero trabaja en la ladrillera y le va bien”.