Generalmente, las familias de antes eran numerosas pues estaban integradas por papá, mamá y hasta una decena de hijos que se divertían jugando en la calle por las tardes, al salir de la escuela.
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“Esos eran buenos tiempos” escribió Ramón Noriega Rascón en su libro “Historias y narraciones del viejo San Luis Río Colorado. Un puente a nuestro pasado”, en el cual narra que recuerda con nostalgia su niñez al lado de sus padres y 9 hermanos.
“Me consideraba muy afortunado pues no tenía que levantarme a las cuatro o cinco de la mañana para ir a trabajar como lo hacían mi padre y mis tres hermanos mayores”, señala.
MADRUGABAN PARA TRABAJAR
Lo pesado de la rutina empezaba cuando su madre y su hermana mayor se levantaban de madrugada, a las 3 de la mañana, para preparar el desayuno, comenzando con la elaboración de tortillas de harina y café de grano que intercalaban con el pelado de las papas, el picado de cebolla y el machacado de la carne seca con ajos, en un pesado contenedor hecho de fierro sólido.
Ramón Noriega destaca en su libro que su padre traía la carne seca del pueblo de Aribabi, ubicado en el municipio de Huachinera, al que cada año iba para pasar unos días con sus familiares y mandaba matar una vaca para traerse la carne que les duraba casi todo el año.
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Una vez que quedaba listo el desayuno y el “lonche” para llevar al trabajo. Su madre despertaba a sus hermanos quienes no se querían levantar, sobre todo, el invierno pues les costaba trabajo dejar la cama y salirse de las cobijas calientitas.
Mientras los hermanos de Ramón desayunaban, su padre salía de la casa para encender el motor del automóvil a fin de que fuera calentándose y estuviera listo para partir.
El escritor resalta que sus hermanos aprovechaban el trayecto a la zona de trabajo para dormir otro rato, ya que las labores que realizaban en el campo eran pesadas pues consistían en el deshierbe, pizca o recolección de frutas y lechugas.
Desde niño, Ramón Noriega sintió gran admiración por su padre y hermanos quienes se esforzaban para que la familia tuviera lo necesario para vivir bien.
Lo pesado de la rutina empezaba cuando su madre y su hermana mayor se levantaban de madrugada para preparar el desayuno para los varones de la casa que iba a trabajar