Nuestra Señora de Guadalupe apareció en cinco ocasiones hace 489 años; cuatro a Juan Diego y una a Juan Bernardino, su tío, desahuciado de su enfermedad incurable. La Virgen no sólo se le apareció, sino lo curó plenamente.
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En el Nican Mopohua (cfr. Google, Youtube), diálogo original entre Santa María de Guadalupe y Juan Diego, se describen todas las apariciones en el Cerro del Tepeyac, de donde el jesuita Francisco Florencia en el siglo XVII titula su libro: Estrella del Norte. Ubicación geográfica en la Ciudad de México-Tenochtitlan del milagro de las rosas con la presencia del primer obispo Fray Juan de Zumárraga, entre otras virtudes, introductor a América de la Imprenta, para evangelizar a españoles e indígenas.
Como se repite en las letanías lauretanas del Rosario: Salud de los Enfermos. Como en ninguna otra época, el pueblo de México tiene como lo reveló a Juan Diego en nombre de toda la nación: Escuchar los ruegos y las tristezas y curar a los afligidos. Como en las inundaciones de 1620 y las pestes vividas como la actual de 2020.
El jesuita Francisco Florencia dedicará el capítulo VII de Estrella del Norte al tema de la salud en la quinta aparición.
“Todo aquel día de la milagrosa aparición de la Santa Imagen, detuvo y entretuvo el Sr. Obispo a Juan Diego en su casa, regalándole y agasajándole como a instrumento de la dicha que aquel venturoso día se le había entrado en ella sin pensarlo. Dios el prelado orden que con él (Juan Diego) pasasen algunos criados suyos de más satisfacción, a ver y averiguar la milagrosa salud que decía haber dado la Virgen a Juan Bernardino, su tío y se informaran con buena diligencia del caso para más autoridad del principal milagro y siendo así lo trajeron a su presencia para examinarlo por él mismo y tomar inmediatas noticias de todo lo sucedido.
“El prelado se volvió a México y ellos pasaron al pueblo y a la casa de Juan Diego y llegados a ella, los salió a recibir Juan Bernardino a la puerta y no menos se admiró el sobrino de ver a su tío, bueno, habiéndose dejado el día antecedente desahuciado, que el tío de verlo a él con tan lúcido acompañamiento de españoles y tan honrado de los criados del señor Obispo. Preguntóle la causa y habiéndole contado Juan Diego todo lo hasta aquí referido, en especial cómo la Santísima Virgen le había asegurado de su salud y que por esa causa no prosiguió en busca de sacerdote que le administrase los sacramentos, le dijo que a informarse de la verdad de su milagrosa sanidad, venían los que lo acompañaban, que les constase puntualmente lo sucedido.”
De los cientos de miles de libros sobre el tema de Guadalupe y Guadalupanismo, Estrella del Norte es abundante y exigente en citas bibliográficas aunque no de una forma bizantina, sí de forma profesional y clara cual es la formación de los jesuítas del siglo XVII. El padre Florencia citará al Bachiller Laso de la Vega, a Becerra Tanco y muchos otros autores clásicos y esenciales en el tema novohispánico de las apariciones de la Morenita del Tepeyac. Incluso el jesuita hará uso de expresiones originales en náhuatl adaptadas al español en sana traducción.
“Juan Bernardino entonces se afirmó en que había pasado así y que a la hora misma que se lo había revelado a su sobrino la Virgen, la había visto él a su cabecera, en aquella forma y traje que contaba se le había aparecido y pintado en su Santa Imagen y le había dado entera y perfecta salud y mandóle refiriese al Obispo cuando había pasado por él y que le dijese de su parte que cuando le edificase el Templo y colocase en él su milagrosa Imagen, le llamase Santa María Virgen de Guadalupe” (Cfr. Estrella del Norte, del P. Francisco Florencia; edición 1895 del P. Agustín de la Rosa, Guadalajara, Jalisco).