/ miércoles 3 de junio de 2020

Héctor Suárez y su legado al entretenimiento en México

Héctor Suárez llevaba la actuación en la sangre

Decía Aristófanes que no hay mejor manera de retratar a un pueblo que la comedia. Héctor Suárez lo supo cuando, a sus casi 10 años, vio cómo expulsaban a jaloneos de una carpa al comediante Jesús Martínez Palillo, el inclemente padre de la sátira política mexicana.

— “¿Por qué lo sacan?”, preguntó el pequeño Héctor a su Tío Pancho, con quien trabajaba en una sastrería.

— “Por andar diciendo la verdad”, respondió.

Aquel momento fue crucial para Héctor Suárez, quien murió ayer a los 81 años en la Ciudad de México, su casa, la que tantas historias le dio como para tener un catálogo de personajes entrañables del cine, el teatro y la televisión, desde el médico borracho o el taquero alburero hasta el político corrupto y la señora fifí, pasando por el punk violento y el negro pícaro.

“Héctor Suárez es un excelente reflejo de la clase media de este país. Es el mexicano que puede voltear para arriba y criticar al rico y voltear para abajo y criticar al pobre, siempre a través de un humor de barrio que le salía natural y que justamente por eso manejaba magistralmente”, asegura en entrevista con El Sol de México el monero Trino, quien también colabora en esta casa editorial.

No es casual que Héctor Suárez fuera un comediante incisivo y visceral. Sus parodias políticas trascendieron los escenarios y las cámaras para incrustarse en el imaginario popular. Y esto se debe a que, aquel encuentro con Palillo Martínez a finales de los cuarenta, no sólo lo moldeó como artista, sino como persona. En todas sus entrevistas se mostraba tal cual era: un hombre divertido, sí, pero también como un ciudadano enojado y preocupado por el gran lastre histórico de México: la corrupción.

“Creo que una de sus grandes cualidades fue la libertad. Siempre se burló de lo que quiso. Haber hecho humor en televisión, en el horario de mayor audiencia, sin duda le otorgó un estatus increíble como comediante del pueblo”, observa Trino. “Porque no sólo hizo ese gran humor mediático que vimos en ¿Qué nos pasa?: también participó en grandes obras de teatro, como cuando interpretó a Hernán Cortés o hizo La pulga en la oreja con Julissa”.

Héctor Suárez llevaba la actuación en la sangre. Y se puede afirmar esto porque la primera vez que se paró sobre un escenario —según contó el actor a este reportero en 2017—, le sucedió algo extraordinario: le dio fiebre. “Me acuerdo cómo sudaba a chorros. Me sentía hirviendo. Algo pasaba dentro de mí y no sabía qué era. Siempre tomé ese momento como mi nacimiento como actor”.

Aquella tarde de 1958, un muy joven Héctor Suárez había ingresado como oyente a una clase de actuación del maestro Carlos Ancira. “No tenía nada qué hacer ahí, yo estudiaba arquitectura en el Poli, no sé ni por qué me animé a subir. Fue algo bien instintivo. De repente le dije: ¿maestro, yo me quiero subir, quiero hacer sus ejercicios’. Y ahí supe que ser actor es como ser mago: en este oficio hay muchas cosas que no tienen explicación”, recordaba Suárez.

Contrario a lo que muchos creyeron, la actuación (completamente improvisada) de Héctor Suárez deslumbró a Carlos Ancira, primo de Jorge Negrete y quien en ese entonces era una de las mayores autoridades del teatro nacional por ser el heredero de las enseñanzas de Seki Sano y Enrique Ruelas. Así, con ese episodio casi mágico, comenzó la carrera artística de Héctor Suárez.

Para Trino, el creador de ¿Qué nos pasa? entendió muy bien aquello de que todo chiste esconde una gran verdad. “La comedia de Héctor sigue vigente porque los problemas de los que hizo comedia no han desaparecido. Héctor comprendió muy bien a ese mexicano hipócrita que tiene lana y que trata mal al jodido. Siempre supo que los personajes sencillos, cotidianos, son los que más materia dan para hacer humor del bueno, ese que se hace de botepronto, de rompe y rasga”.

Foto Cuartoscuro

CINE PA' LA RAZA

Al set de filmación, Héctor Suárez llegaba alegre, respetuoso, sonriendo y saludando y agradeciendo a todos los miembros de la producción que estaba presentes. Así lo recuerda Fernando Rovzar, director de Mentada de padre, última película que el comediante filmó antes de su fallecimiento el día de ayer a los 81 años de edad.

Su presencia bien podía convertirse en una clase magistral. “Muchas de las reflexiones sobre el factor de influencia que tiene la radio en la sociedad terminaron en la película. Lo sacamos en gran medida por conversaciones con él. Héctor Suárez era una persona que nunca se guardaba un consejo, ni comentario. Si uno quería escuchar, podría tener una cátedra, te daba una maestría de vida”.

Mentada de padre fue una de las más de 90 películas que filmó el comediante desde mediados de los años sesenta hasta ahora. La maldición del oro, La alegría de vivir y El asesino invisible son algunos de los primeros títulos que realizó tan solo en 1965. Rogelio A. González, Jaime Salvador y Julián Soler fueron algunos de los directores que lo llevaron a la gran pantalla a finales de los años sesenta.

Pero los éxitos vinieron poco tiempo después. Primero en Mecánica nacional, con la dirección de Luis Alcoriza, y la participación actoral de Manolo Fábregas, Lucha Villa, Sara García y Alma Muriel en 1972, por la que un año después fue nominado al Ariel como mejor Coactuación Masculina.

De ahí vendrían Picardía mexicana, junto a Vicente Fernández y Resortes, Como México no hay dos, nuevamente junto al ídolo de la música mexicana y Lagunilla, mi barrio, en colaboración con Manolo Fábregas Lucha Villa, Leticia Perdigón y Queta Lavat.

Fue en 1983 cuando realizó su papel en El mil usos, dirigida por Roberto G. Rivera y en la que interpreta a Transito Pérez, un hombre que viaja a la gran Ciudad de México para buscar suerte, pero termina encontrando las dificultades de la metrópoli. Esta, era una crítica social que retrata la vida de muchos campesinos que se ven en la necesidad de salir de sus tierras para ir a la gran urbe.

“Héctor Suárez se caracterizó por realizar una crítica social fundamental, una crítica a las autoridades que no siempre nos tratan como debe de ser”, afirma José Carlos Ruiz, quien compartió créditos con él El mil usos, México, México ra ra ra y recientemente Suave Patria.

“Aunque la crítica social siempre ha existido en el medio artístico, antes sólo la hacían Don Catarino, Palillo, Roberto El Panzón Soto, en fin, muchos actores que se dedicaron a realizar esto. Y Héctor es un heredero de todos ellos, que llegó a hacerlo muy bien, a resolverse con personajes muy populares, muy creativos”.

De entre los últimos proyectos que Héctor Suárez realizó, está su participación especial en la tercera temporada de la serie Run coyote run y sus actuaciones en El recluso, en la que participó en 2018.


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Decía Aristófanes que no hay mejor manera de retratar a un pueblo que la comedia. Héctor Suárez lo supo cuando, a sus casi 10 años, vio cómo expulsaban a jaloneos de una carpa al comediante Jesús Martínez Palillo, el inclemente padre de la sátira política mexicana.

— “¿Por qué lo sacan?”, preguntó el pequeño Héctor a su Tío Pancho, con quien trabajaba en una sastrería.

— “Por andar diciendo la verdad”, respondió.

Aquel momento fue crucial para Héctor Suárez, quien murió ayer a los 81 años en la Ciudad de México, su casa, la que tantas historias le dio como para tener un catálogo de personajes entrañables del cine, el teatro y la televisión, desde el médico borracho o el taquero alburero hasta el político corrupto y la señora fifí, pasando por el punk violento y el negro pícaro.

“Héctor Suárez es un excelente reflejo de la clase media de este país. Es el mexicano que puede voltear para arriba y criticar al rico y voltear para abajo y criticar al pobre, siempre a través de un humor de barrio que le salía natural y que justamente por eso manejaba magistralmente”, asegura en entrevista con El Sol de México el monero Trino, quien también colabora en esta casa editorial.

No es casual que Héctor Suárez fuera un comediante incisivo y visceral. Sus parodias políticas trascendieron los escenarios y las cámaras para incrustarse en el imaginario popular. Y esto se debe a que, aquel encuentro con Palillo Martínez a finales de los cuarenta, no sólo lo moldeó como artista, sino como persona. En todas sus entrevistas se mostraba tal cual era: un hombre divertido, sí, pero también como un ciudadano enojado y preocupado por el gran lastre histórico de México: la corrupción.

“Creo que una de sus grandes cualidades fue la libertad. Siempre se burló de lo que quiso. Haber hecho humor en televisión, en el horario de mayor audiencia, sin duda le otorgó un estatus increíble como comediante del pueblo”, observa Trino. “Porque no sólo hizo ese gran humor mediático que vimos en ¿Qué nos pasa?: también participó en grandes obras de teatro, como cuando interpretó a Hernán Cortés o hizo La pulga en la oreja con Julissa”.

Héctor Suárez llevaba la actuación en la sangre. Y se puede afirmar esto porque la primera vez que se paró sobre un escenario —según contó el actor a este reportero en 2017—, le sucedió algo extraordinario: le dio fiebre. “Me acuerdo cómo sudaba a chorros. Me sentía hirviendo. Algo pasaba dentro de mí y no sabía qué era. Siempre tomé ese momento como mi nacimiento como actor”.

Aquella tarde de 1958, un muy joven Héctor Suárez había ingresado como oyente a una clase de actuación del maestro Carlos Ancira. “No tenía nada qué hacer ahí, yo estudiaba arquitectura en el Poli, no sé ni por qué me animé a subir. Fue algo bien instintivo. De repente le dije: ¿maestro, yo me quiero subir, quiero hacer sus ejercicios’. Y ahí supe que ser actor es como ser mago: en este oficio hay muchas cosas que no tienen explicación”, recordaba Suárez.

Contrario a lo que muchos creyeron, la actuación (completamente improvisada) de Héctor Suárez deslumbró a Carlos Ancira, primo de Jorge Negrete y quien en ese entonces era una de las mayores autoridades del teatro nacional por ser el heredero de las enseñanzas de Seki Sano y Enrique Ruelas. Así, con ese episodio casi mágico, comenzó la carrera artística de Héctor Suárez.

Para Trino, el creador de ¿Qué nos pasa? entendió muy bien aquello de que todo chiste esconde una gran verdad. “La comedia de Héctor sigue vigente porque los problemas de los que hizo comedia no han desaparecido. Héctor comprendió muy bien a ese mexicano hipócrita que tiene lana y que trata mal al jodido. Siempre supo que los personajes sencillos, cotidianos, son los que más materia dan para hacer humor del bueno, ese que se hace de botepronto, de rompe y rasga”.

Foto Cuartoscuro

CINE PA' LA RAZA

Al set de filmación, Héctor Suárez llegaba alegre, respetuoso, sonriendo y saludando y agradeciendo a todos los miembros de la producción que estaba presentes. Así lo recuerda Fernando Rovzar, director de Mentada de padre, última película que el comediante filmó antes de su fallecimiento el día de ayer a los 81 años de edad.

Su presencia bien podía convertirse en una clase magistral. “Muchas de las reflexiones sobre el factor de influencia que tiene la radio en la sociedad terminaron en la película. Lo sacamos en gran medida por conversaciones con él. Héctor Suárez era una persona que nunca se guardaba un consejo, ni comentario. Si uno quería escuchar, podría tener una cátedra, te daba una maestría de vida”.

Mentada de padre fue una de las más de 90 películas que filmó el comediante desde mediados de los años sesenta hasta ahora. La maldición del oro, La alegría de vivir y El asesino invisible son algunos de los primeros títulos que realizó tan solo en 1965. Rogelio A. González, Jaime Salvador y Julián Soler fueron algunos de los directores que lo llevaron a la gran pantalla a finales de los años sesenta.

Pero los éxitos vinieron poco tiempo después. Primero en Mecánica nacional, con la dirección de Luis Alcoriza, y la participación actoral de Manolo Fábregas, Lucha Villa, Sara García y Alma Muriel en 1972, por la que un año después fue nominado al Ariel como mejor Coactuación Masculina.

De ahí vendrían Picardía mexicana, junto a Vicente Fernández y Resortes, Como México no hay dos, nuevamente junto al ídolo de la música mexicana y Lagunilla, mi barrio, en colaboración con Manolo Fábregas Lucha Villa, Leticia Perdigón y Queta Lavat.

Fue en 1983 cuando realizó su papel en El mil usos, dirigida por Roberto G. Rivera y en la que interpreta a Transito Pérez, un hombre que viaja a la gran Ciudad de México para buscar suerte, pero termina encontrando las dificultades de la metrópoli. Esta, era una crítica social que retrata la vida de muchos campesinos que se ven en la necesidad de salir de sus tierras para ir a la gran urbe.

“Héctor Suárez se caracterizó por realizar una crítica social fundamental, una crítica a las autoridades que no siempre nos tratan como debe de ser”, afirma José Carlos Ruiz, quien compartió créditos con él El mil usos, México, México ra ra ra y recientemente Suave Patria.

“Aunque la crítica social siempre ha existido en el medio artístico, antes sólo la hacían Don Catarino, Palillo, Roberto El Panzón Soto, en fin, muchos actores que se dedicaron a realizar esto. Y Héctor es un heredero de todos ellos, que llegó a hacerlo muy bien, a resolverse con personajes muy populares, muy creativos”.

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