Las bandas son clubes de amigos que, eventualmente, se convierten en negocios. Lo tiene muy claro Sabo Romo, el bajista de Caifanes que ya no está en Caifanes, aunque sea sólo en el papel. Porque en la música —dice— sigue estando ahí: en cada canción que se vuelve cofradía.
Sabo habla como toca: con la elocuencia que sólo confiere el oficio. Pausa cuando debe pensar; acelera cuando debe improvisar. “El bajo me eligió a mí”, suelta sin titubeos. “Un día no dejaron ir al bajista de la banda donde tocaba, porque éramos menores de edad. Era una boda, pero yo no quería cancelar la tocada. Entonces le puse cara de salario mínimo a mi papá y lo convencí de comprarme un bajo y ahí valió madre. Yo no aspiraba a ser el mejor bajista de mi colonia ni de mi ciudad ni de Latinoamérica ni del mundo. Yo sólo quería tocarlo bien chingón porque era algo que le había prometido a mi papá”.
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Sonríe cuando habla de Rock en Tu Idioma, el movimiento que él mismo ha revivido con una serie de giras que apelan a la nostalgia y a la camaradería. Su próximo concierto será el 9 de diciembre en el Teatro Metropolitan, con invitados de La Lupita, Neón, Rostros Ocultos, Cecilia Toussaint y muchos otros nombres protagónicos de aquella parvada ochentera que salía a volar sólo por las noches.
“Hay una frase que resume bien todo este movimiento: hace 30 años intercambiamos ácidos; hoy cambiamos antiácidos”, dice Sabo entre risas, sabiéndose vencedor de los problemas de salud que lo han aquejado en los últimos años. “Tenemos muchas ganas de seguir haciendo esto. Hay muchos que están hartos de cómo se explota la nostalgia, pero hay una parte que no están viendo y que es muy importante: ¿cómo nos honramos a partir de la música maravillosa que hemos logrado construir a lo largo de más de 40 años’. Esa parte yo no la cambio por nada. La música nos ha salvado la vida y nos ha mantenido juntos”.
El pasado, sin embargo, se resbala entre los dedos. Caifanes es inevitable: el episodio que quebró la historia del rock mexicano. Madeja de pugnas que dotó de una mitología única a lo que, se creía, cuando menos, superficial. Harto de los conflictos internos, Sabo abandonó el grupo, por primera vez, en 1993. Volvió tiempo después, cuando el reencuentro, en 2011. Hoy está fuera de nuevo. Pero no por decisión propia; dice que lo echaron y ni siquiera le avisaron. Eso sucedió hace dos años. Caifanes anunció gira sin él.
“Ni siquiera para correrme de la banda hubo contacto”, asegura. “Pero yo no he dejado de pertenecer (a Caifanes) y eso es una gran lección. Yo no estoy ahí, pero ahí estoy. Todo es igual, pero nada ha cambiado; todo ha cambiado, pero nada es igual”.
“Me gustaría mucho que mis ex compañeros se manifestaran al respecto. ¿Por qué? Porque hasta a mí me ha tocado hablar de Marco Rentería (el nuevo bajista de Caifanes). Lo quiero mucho, lo admiro, me parece un músico excepcional, son muchos años de mucho respeto y buena onda, pero ellos nunca se manifestaron al respecto. Nunca dijeron: es que viene Marco en lugar de Sabo. Y no pasa nada, porque aunque no esté ahí ahora, ahí estaré siempre. Es éxito mío también. Esas canciones son mías, esos arreglos son míos, ese lugar derecho del escenario es mío”.
¿Y quién es Sabo el de Caifanes? “Siempre quise ser parte de la música que cambiara al mundo, ser parte de todo esto que va más allá del anhelo infantil de que alguien tuviera un póster mío en su cuarto. Que me dijeran: ‘puta, pinche Sabo, me hice bajista por ti’. Y me ha pasado tantas veces… y no por ello me he acostumbrado. Porque no, a mí no me pesa ser Sabo el de Caifanes”.
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