Es difícil hablar de Tunic a fondo sin arruinar sus secretos, lo que por encima parece una versión independiente de The Legend of Zelda va mucho más allá cuando se comprenden las intenciones completas de un título que mezcla elementos de los clásicos juegos de aventura con una progresión basada en la sensación constante de descubrimiento y la exploración multinivel de su excelente y complejo diseño.
Cuando el juego comienza, despiertas en la playa de una isla como un pequeño zorro que viste de la misma forma que Link; tras encontrar una espada y escudo tendrás que combatir contra enemigos que nos recuerdan a los de aquella saga, inclusive deberemos encontrar las tres piezas de una artefacto para poder avanzar en la historia y algunas de las reglas que hemos heredado tras años de experiencia aplican en este mundo, los paralelismos son evidentes pero Tunic lleva su encanto al siguiente nivel cuando explota sus ideas propias.
La principal es que de inicio te dice muy poco sobre lo que debes hacer, ni siquiera te explica para qué funciona cada botón en el mando y el 90% de los textos en el juego están escritos en un idioma extraño e ilegible, inclusive la guía del juego, la pieza central de esta aventura.
Durante tu gameplay puedes acceder a la versión digital de una clásica guía impresa a la que le faltan páginas y encontrarlas se convierte en la forma principal de progresar, pues están llenas de información que te ayudará a completar la travesía. Al estar escrita en extraños glifos, te obliga a forzar tu razonamiento para conectar todo lo que sabes al momento con las ilustraciones y pequeñas migajas de texto comprensible para darte cuenta de algo nuevo.
A pesar de que esos pequeños descubrimientos son simples, y estuvieron ahí en todo momento, sus implicaciones para el juego son de lo más complejas. Cuando tu mente hace click con una nueva posibilidad, tu perspectiva de este pequeño mapa y tus habilidades, cambia una y otra vez.
Tunic es mucho más de lo que aparenta a simple vista, su aventura es un complejo puzzle de principio a fin que está diseñado de manera magistral, guiado por un descubrimiento tras otro, con la información como el más grande de sus poderes.