Se estima que, en México, el 25 por ciento de los adolescentes padece, en diferentes grados, un trastorno de la alimentación; la mayoría de los casos están asociados con algún problema mental, por lo que es importante intensificar las acciones encaminadas a prevenir enfermedades como la anorexia y bulimia.
La doctora en psicoterapia humanista, Sandra Martínez Luna, hizo referencia a que los trastornos alimenticios son una enfermedad grave que se caracteriza por una alteración grave en la forma de relacionarnos con la comida.
Indicó que algunas veces las personas pueden desarrollar una obsesión por la apariencia física y el consumo de alimentos, lo cual los lleva a perder el gozo y a estar preocupados por cómo se ven o lo que comen, por disfrutar sus alimentos.
Sandra Martínez añadió que cuando los trastornos alimenticios no son atendidos adecuadamente se pueden convertir en una enfermedad crónica y terminar en la muerte. De ahí, la importancia de solicitar apoyo de un profesional de la salud mental para que ayude a salir adelante de esta situación de riesgo.
Entre los trastornos más comunes están la anorexia nerviosa o la bulimia nerviosa; el trastorno de atracón y el trastorno de evitación y restricción de las ingestas de alimentos, los cuales pueden afectar a cualquier persona, sin importar sexo, origen racial, peso corporal y género. La causa es una combinación de factores genéticos, biológicos, conductuales, psicológicos y sociales.
Sandra Martínez mencionó que los síntomas varían según el tipo de trastorno alimentario porque a veces las personas con estos trastornos pueden tener un peso corporal adecuado, bajo o mayor a lo esperado, lo que quiere decir que no se puede dar un diagnóstico a simple vista. Sin embargo, si presenta angustia, intranquilidad, culpa, vergüenza, pérdida de gozo, evita la comida, tiene una dieta muy rígida, le da mucha importancia a la comida, evita actividades sociales, se ve con frecuencia en el espejo y solo ve defectos es importante buscar ayuda de un profesional dependiendo de la gravedad del mismo ya que a veces deben tener un tratamiento integral con un médico, psicológico o psicoterapéutico. Agregó que, en ocasiones, el trastorno alimenticio también puede tener otros trastornos mentales como la depresión, ansiedad o consumo de sustancias.
Martínez Luna dijo que, por lo general, son los padres y las madres de familia los que solicitan consulta psicológica para sus hijos adolescentes, tras detectar que los menores se relacionan de una manera diferente con la comida. En el caso de la población adulta, acuden a terapia psicológica por situaciones ajenas a los trastornos alimenticios y en el transcurso de las sesiones se dan cuenta que tienen anorexia o bulimia.
Adolescentes son los más afectados
La Secretaría de Salud informó que en México se estima que el 25 por ciento de los adolescentes padece en diferentes grados un trastorno de la alimentación; la mayoría de los casos, asociados con algún problema mental.
La especialista del Hospital Psiquiátrico Infantil “Juan N. Navarro” de la Secretaría de Salud, Ana Rosa García Berdeja, resaltó que la mayoría de las personas con estos trastornos busca apoyo médico hasta diez años después de presentar los primeros cambios en su alimentación, y es poco frecuente que soliciten atención de su salud mental por este tipo de problemas; acuden a servicios especializados cuando tienen un intento suicida o conductas autolesivas graves.
Lo anterior, ocasiona que las personas lleguen a los servicios médicos con graves daños, tanto en su salud física como mental. Además del trastorno de alimentación presentan por lo menos tres padecimientos más: depresión, ansiedad generalizada o social y estrés postraumático, y hasta 25 por ciento de pacientes consume sustancias psicoactivas.
Los trastornos de alimentación más comunes son bulimia, anorexia y atracones; por cada hombre puede haber hasta diez mujeres que padecen alguno de esos problemas. A nivel nacional e internacional, menos del 10 por ciento de adolescentes afectados está en tratamiento.
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Ana Rosa García recomendó a madres y padres de familia, así como a personas cuidadoras, observar a sus hijas e hijos para prevenir y detectar los síntomas, mantener amplia comunicación y escucharlos sobre cómo se sienten en relación con su cuerpo, y explicarles que cada complexión corporal es diferente y no deben hacer caso a patrones estéticos.