/ viernes 21 de octubre de 2022

Tutti Frutti: El Templo del Underground

Un documental recuerda la historia del Tutti Frutti, un mítico bar que se convertiría en un símbolo de la cultura alternativa de la capital mexicana

En el México de 1985, aparentemente tan distinto al de 2022, el país aún no se recuperaba de los estragos de la represión del régimen contra la juventud impuesto a partir de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971.

En ese contexto, dos jóvenes de 19 y 21 años, llamados Brisa Vásquez y Danny Yerna, ambos fanáticos de la cultura punk, decidieron abrir un bar que -en ese entonces no lo sabían- se convertiría en un referente de la cultura alternativa y en un semillero de todo tipo de artistas, por el que pasarían personajes que más tarde se convertirían en integrantes de grupos como Caifanes, Santa Sabina, Café Tacvba o La Maldita Vecindad, entre muchos otros.

Ese lugar, conocido como bar Tutti Frutti, aunque de vida intermitente y efímera, dejaría una huella que aún permanece en el recuerdo de toda una generación que escuchó ahí la música que en aquel entonces no se oía en otros sitios; un espacio que además destacó por su ambiente de respeto y camaradería entre sus visitantes.

A más de tres décadas de distancia, la documentalista Laura Ponte se dio a la tarea de buscar a todos los involucrados en la historia para realizar el documental Tutti Frutti: El Templo del Underground, que después de casi cinco años finalmente ve la luz en el marco del festival DOCS MX.

Aunque dar con los principales involucrados del Tutti no fue tan complejo, una de las tareas más importantes que llevaron a cabo la directora y su equipo fue la recopilación de materiales gráficos y audiovisuales.

Si bien Dany aún conservaba casi todos los flyers de los eventos que ahí se realizaron, ni él ni Brisa contaban con imágenes del interior del lugar.

Cuenta Laura que al revisar algunos videos, en uno de ellos detectó a un personaje tomando fotos, por lo que después de un esfuerzo titánico dio con el autor, quien resultó ser un punk de la periferia y quien contrario a lo previsto accedió a compartírselas.

“Imagínate tener las fotos de un punk que se llevaba con los otros punks del lugar y que traía cámara sólo porque se la había regalado su abuelo”, dice orgullosa.


Cabían todos

El Tutti era un sitio donde, dicen, cabían todos. Además de personajes bien conocidos del underground mexicano, como Pacho Paredes, Sabo Romo, Uili Damage, Nacho Desorden, Leoncio Lara “Bon”, Alfonso André, Pablo Valero, Poncho Figueroa, Rubén Albarrán o Rosa Adame, también desfilaron por ahí gente como Lorena Herrera, Tere Velázquez o el escritor Fernando Nachón, quien, según recuerdan los entrevistados, siempre solía llegar con sus dos novelas recién publicadas, una titulada Nena, por favor, quítate el sostén y otra llamada De a perrito, las cuales siempre quería cambiar por cervezas en la barra.

“Cuando ibas, ya llevabas la consigna de que ahí dentro estaban dos cuates que se vestían como los punks de Nueva York o de Londres, así que llegabas y tocabas la puerta, y luego subías para tocar otra puerta y ¡pum! Era una cosa impresionante ver a Dani y a Brisa, con sus peinados y todo eso”, recuerda Laura.

“El Tutti Frutti fue para los defeños lo que en su momento fue el CBGB para los neoyorquinos: Un lugar donde cabían todos los que no encontraban lugar donde encajar, donde se podía escuchar música que no estaba en ningún lugar y donde se gestaron los sonidos que iban eventualmente a consolidar la escena del rock nacional”, dice la producción en un comunicado.

Personajes insospechados

Brisa recuerda que entre la colorida fauna que frecuentaba el lugar, había un hombre trajeado que una vez se quedó a dormir adentro de un refrigerador que estaba arrumbado en el estacionamiento del edificio.

“Cada noche que abrimos ocurrió algo chistoso o pasaba algo, así que yo siempre estaba de nervios; pero fue muy divertido todos los días, porque ahí conocí a la mayoría de mis mejores amigos de la vida, incluidos los miembros de Los Esquizitos… ¡O sea, Nacho (Desorden) fue la primera persona que entró al bar!”, recuerda Brisa.

Y hablando de personajes insospechados, una parte curiosa de la historia es que Brisa es hija de Carmela y Rafael, el dueto de música romántica que fue sumamente popular en México durante los sesentas y setentas del siglo pasado, y cuyo éxito también hizo posible, directa o indirectamente, que esta historia sucediera, como apunta la propia Brisa:

“Sí, todos tendríamos que agradecerle a ellos, porque me dieron la libertad de hacer lo que quisiera, aunque creo que nunca fueron al lugar pero obviamente sabían lo que ocurría ahí… Ellos son los verdaderos héroes de esta historia, porque siempre nos apoyaron… O sea, hasta el equipo de sonido que usábamos al principio era de ellos… La verdad es que fuimos súper privilegiados por todo eso”.

En cuanto a Danny, tenía fama de ser un tipo cordial y hasta amistoso, que incluso le grababa cassettes a la gente que le pedía que le compartiera la música que ponía en el bar, aunque también se enojaba si le pedían que pulsera bandas de rock que estaban sonando en la radio, como Guns N’ Roses.

Recuerda que al principio ponía algunas canciones de Mano Negra, pero que llegó un momento en que todos los días le pedían que pusiera la misma canción del grupo, por lo que un día tomó el disco y lo rompió enfrente de todos, para que vieran que ya no iba a poner más esa canción.

“Al principio era un shock llegar a ver a Brisa y Dany, pero luego te decían que ella era hija de Carmela y Rafael y entonces era más sorprendente, ya no podías dejar de verlos con esos looks”, dice Laura.

- Sí, ¿cómo salíamos a la calle así? pregunta Brisa.

- Claro. Si lo ves a la distancia… completa Dany.

- Pero no consumíamos ningún tipo de droga, y luego la gente tampoco nos lo creía, pero yo creo que justo por eso es que pudimos mantener el lugar.

Para Laura, era precisamente esa imagen imponente de Brisa y Dany la que hacía que nadie se atreviera a pasarse de la raya ni a hacer algún destrozo dentro del lugar:

“Era como una cuestión de respeto a ese ambiente que ellos habían creado, porque no había mala onda y nadie te juzgaba en la entrada, ni nada; era un respeto absoluto, de verdad… Y eso para mí es lo más valioso”.


El respeto hacia ellas

Laura destaca que una de las cosas que más recuerda con cariño del Tutti, es que había un respeto hacia las mujeres que asistían:

“En aquella época tú como mujer ibas a otros lados y te torteaban, a mí me pasó en el Lucc -otro de los antros icónicos de la movida alternativa de la capital-; cada vez que iba me pasaban la báscula y salía violentada físicamente, y en aquel tiempo nos aguantábamos porque no sabíamos que era un delito, pero en el Tutti, nadie lo hacía, es más, ni te tiraban la onda, ahí estábamos metidos gente de todas las clases sociales, que incluso hasta se metían cosas y la gente ni te veía feo, no se armaban desmadres… La verdad es que el Tutti fue como la representación de una utopía, ¿me entiendes? Algo que nunca más se ha vuelto a ver”.

“¿Pero no fue intencional, eh? -responde Brisa- Quiero decir que nada de lo que ocurrió ahí fue intencional, ni planeado… Es más, ni siquiera lo veíamos como un negocio potencial, porque sólo éramos un par de lelos de 18 y 21 años que dijimos: Vamos a poner la música que queremos y a invitar a nuestros cuates y pues les cobramos las chelas y ya… No había la pretensión de romper paradigmas, ni de nada por el estilo, supongo que simplemente pasa que a veces, cuando las cosas se hacen con cierta inocencia pues son las que salen más chido, ¿no?”

El documental Tutti Frutti: El Templo del Underground se proyecta este viernes 20 de octubre a las 19:00 horas en la Cineteca Nacional y después de su recorrido con DOCS MX se estrenará en plataformas de streaming.

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En el México de 1985, aparentemente tan distinto al de 2022, el país aún no se recuperaba de los estragos de la represión del régimen contra la juventud impuesto a partir de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971.

En ese contexto, dos jóvenes de 19 y 21 años, llamados Brisa Vásquez y Danny Yerna, ambos fanáticos de la cultura punk, decidieron abrir un bar que -en ese entonces no lo sabían- se convertiría en un referente de la cultura alternativa y en un semillero de todo tipo de artistas, por el que pasarían personajes que más tarde se convertirían en integrantes de grupos como Caifanes, Santa Sabina, Café Tacvba o La Maldita Vecindad, entre muchos otros.

Ese lugar, conocido como bar Tutti Frutti, aunque de vida intermitente y efímera, dejaría una huella que aún permanece en el recuerdo de toda una generación que escuchó ahí la música que en aquel entonces no se oía en otros sitios; un espacio que además destacó por su ambiente de respeto y camaradería entre sus visitantes.

A más de tres décadas de distancia, la documentalista Laura Ponte se dio a la tarea de buscar a todos los involucrados en la historia para realizar el documental Tutti Frutti: El Templo del Underground, que después de casi cinco años finalmente ve la luz en el marco del festival DOCS MX.

Aunque dar con los principales involucrados del Tutti no fue tan complejo, una de las tareas más importantes que llevaron a cabo la directora y su equipo fue la recopilación de materiales gráficos y audiovisuales.

Si bien Dany aún conservaba casi todos los flyers de los eventos que ahí se realizaron, ni él ni Brisa contaban con imágenes del interior del lugar.

Cuenta Laura que al revisar algunos videos, en uno de ellos detectó a un personaje tomando fotos, por lo que después de un esfuerzo titánico dio con el autor, quien resultó ser un punk de la periferia y quien contrario a lo previsto accedió a compartírselas.

“Imagínate tener las fotos de un punk que se llevaba con los otros punks del lugar y que traía cámara sólo porque se la había regalado su abuelo”, dice orgullosa.


Cabían todos

El Tutti era un sitio donde, dicen, cabían todos. Además de personajes bien conocidos del underground mexicano, como Pacho Paredes, Sabo Romo, Uili Damage, Nacho Desorden, Leoncio Lara “Bon”, Alfonso André, Pablo Valero, Poncho Figueroa, Rubén Albarrán o Rosa Adame, también desfilaron por ahí gente como Lorena Herrera, Tere Velázquez o el escritor Fernando Nachón, quien, según recuerdan los entrevistados, siempre solía llegar con sus dos novelas recién publicadas, una titulada Nena, por favor, quítate el sostén y otra llamada De a perrito, las cuales siempre quería cambiar por cervezas en la barra.

“Cuando ibas, ya llevabas la consigna de que ahí dentro estaban dos cuates que se vestían como los punks de Nueva York o de Londres, así que llegabas y tocabas la puerta, y luego subías para tocar otra puerta y ¡pum! Era una cosa impresionante ver a Dani y a Brisa, con sus peinados y todo eso”, recuerda Laura.

“El Tutti Frutti fue para los defeños lo que en su momento fue el CBGB para los neoyorquinos: Un lugar donde cabían todos los que no encontraban lugar donde encajar, donde se podía escuchar música que no estaba en ningún lugar y donde se gestaron los sonidos que iban eventualmente a consolidar la escena del rock nacional”, dice la producción en un comunicado.

Personajes insospechados

Brisa recuerda que entre la colorida fauna que frecuentaba el lugar, había un hombre trajeado que una vez se quedó a dormir adentro de un refrigerador que estaba arrumbado en el estacionamiento del edificio.

“Cada noche que abrimos ocurrió algo chistoso o pasaba algo, así que yo siempre estaba de nervios; pero fue muy divertido todos los días, porque ahí conocí a la mayoría de mis mejores amigos de la vida, incluidos los miembros de Los Esquizitos… ¡O sea, Nacho (Desorden) fue la primera persona que entró al bar!”, recuerda Brisa.

Y hablando de personajes insospechados, una parte curiosa de la historia es que Brisa es hija de Carmela y Rafael, el dueto de música romántica que fue sumamente popular en México durante los sesentas y setentas del siglo pasado, y cuyo éxito también hizo posible, directa o indirectamente, que esta historia sucediera, como apunta la propia Brisa:

“Sí, todos tendríamos que agradecerle a ellos, porque me dieron la libertad de hacer lo que quisiera, aunque creo que nunca fueron al lugar pero obviamente sabían lo que ocurría ahí… Ellos son los verdaderos héroes de esta historia, porque siempre nos apoyaron… O sea, hasta el equipo de sonido que usábamos al principio era de ellos… La verdad es que fuimos súper privilegiados por todo eso”.

En cuanto a Danny, tenía fama de ser un tipo cordial y hasta amistoso, que incluso le grababa cassettes a la gente que le pedía que le compartiera la música que ponía en el bar, aunque también se enojaba si le pedían que pulsera bandas de rock que estaban sonando en la radio, como Guns N’ Roses.

Recuerda que al principio ponía algunas canciones de Mano Negra, pero que llegó un momento en que todos los días le pedían que pusiera la misma canción del grupo, por lo que un día tomó el disco y lo rompió enfrente de todos, para que vieran que ya no iba a poner más esa canción.

“Al principio era un shock llegar a ver a Brisa y Dany, pero luego te decían que ella era hija de Carmela y Rafael y entonces era más sorprendente, ya no podías dejar de verlos con esos looks”, dice Laura.

- Sí, ¿cómo salíamos a la calle así? pregunta Brisa.

- Claro. Si lo ves a la distancia… completa Dany.

- Pero no consumíamos ningún tipo de droga, y luego la gente tampoco nos lo creía, pero yo creo que justo por eso es que pudimos mantener el lugar.

Para Laura, era precisamente esa imagen imponente de Brisa y Dany la que hacía que nadie se atreviera a pasarse de la raya ni a hacer algún destrozo dentro del lugar:

“Era como una cuestión de respeto a ese ambiente que ellos habían creado, porque no había mala onda y nadie te juzgaba en la entrada, ni nada; era un respeto absoluto, de verdad… Y eso para mí es lo más valioso”.


El respeto hacia ellas

Laura destaca que una de las cosas que más recuerda con cariño del Tutti, es que había un respeto hacia las mujeres que asistían:

“En aquella época tú como mujer ibas a otros lados y te torteaban, a mí me pasó en el Lucc -otro de los antros icónicos de la movida alternativa de la capital-; cada vez que iba me pasaban la báscula y salía violentada físicamente, y en aquel tiempo nos aguantábamos porque no sabíamos que era un delito, pero en el Tutti, nadie lo hacía, es más, ni te tiraban la onda, ahí estábamos metidos gente de todas las clases sociales, que incluso hasta se metían cosas y la gente ni te veía feo, no se armaban desmadres… La verdad es que el Tutti fue como la representación de una utopía, ¿me entiendes? Algo que nunca más se ha vuelto a ver”.

“¿Pero no fue intencional, eh? -responde Brisa- Quiero decir que nada de lo que ocurrió ahí fue intencional, ni planeado… Es más, ni siquiera lo veíamos como un negocio potencial, porque sólo éramos un par de lelos de 18 y 21 años que dijimos: Vamos a poner la música que queremos y a invitar a nuestros cuates y pues les cobramos las chelas y ya… No había la pretensión de romper paradigmas, ni de nada por el estilo, supongo que simplemente pasa que a veces, cuando las cosas se hacen con cierta inocencia pues son las que salen más chido, ¿no?”

El documental Tutti Frutti: El Templo del Underground se proyecta este viernes 20 de octubre a las 19:00 horas en la Cineteca Nacional y después de su recorrido con DOCS MX se estrenará en plataformas de streaming.

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