/ martes 27 de octubre de 2020

Néstor García Canclini: repensando la globalización (y sus efectos)

Desde hace más de tres décadas, Néstor García Canclini es un referente cuando hablamos de temas como la globalización, el consumismo y la interculturalidad en América Latina

Gracias a sus estudios y publicaciones, entre las que destacan Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Cultura y Comunicación: entre lo global y lo local y Lectores, espectadores e internautas, el escritor, antropólogo y crítico cultural se ha convertido en una voz lúcida y siempre valiosa cuando buscamos pistas en medio de la vorágine cultural y tecnológica en la que vivimos.

A propósito de su más reciente libro, Ciudadanos reemplazados por algoritmos, platicamos con el profesor, quien además ha dedicado parte de su vida a la docencia en universidades de la Ciudad de México, Austin, Nueva York, Stanford, Barcelona, Buenos Aires y São Paulo.

La necesidad de desglobalizarse, la hipervigilancia, la redefinición de ciudadanía, los retos que enfrentan los jóvenes y hasta el papel de los políticos, los medios y los memes son parte de esta conversación, así como el homenaje que a finales de este mes le otorgará la academia española por toda una vida de investigación dedicada a la comunicación.

-La globalización es uno de los temas que usted ha estudiado mucho, pero en Ciudadanos reemplazados por algoritmos nos habla de “desglobalizarse”. ¿De qué se trata eso?

-A fin del siglo pasado y principios del XXI, hubo una idealización de la potencialidad de la globalización como proceso de integración de las culturas y las sociedades: acercamiento y comprensión; aumento exponencial de la información, de lugares lejanos y oportunidades de intercambio económico y tecnológico. En parte, eso ha ocurrido pero con contradicciones, efectos negativos y reacciones de repliegue como el Brexit, o como la política del gobierno de Donald Trump, de desafiliación de organismos internacionales como la OMS, la UNESCO y organizaciones de derechos humanos.

-Cada vez surgen más voces de desencanto hacia la globalización, ese proceso que por otro lado parece siempre inacabado, incompleto.

-Sí, parte de lo que estamos comprobando en los últimos años es que la globalización trae la intensificación de la interculturalidad y muchas veces cuesta convivir con los diferentes: Hay que aprender nuevas lenguas, no sólo que los otros aprendan las nuestras; hay que desarrollar capacidades de comprensión y simpatía con formas de elaborar las relaciones sociales que nos cuesta aceptar. Antes podíamos estar más alejados y elegir si viajábamos a otros países, y las empresas pensaban en la productividad de esos intercambios. Hoy sabemos que tantos intercambios y tal aumento de la competencia global han traído peores salarios, desaparición de empresas y pérdida de empleos en muchísimos países, incluso prósperos, que trasladan sus fábricas u oficinas a países donde pueden pagar menos salarios. Hay un conjunto de contradicciones que nos cuesta comprender (…) La actual pandemia quizá sea el ejemplo más dramático de una globalización que no podemos detener, pero tampoco sabemos administrar.

Si nos formamos en un mundo en que habíamos aprendido a actuar con ciertas garantías hacia el futuro, y esas garantías se esfuman (…) ¿por qué vamos a confiar?

-En el libro menciona que aunque los jóvenes son más versátiles y preparados que las generaciones anteriores, gozan de menos salud y oportunidades de desarrollo. ¿No contrasta esto con el poder que los mismos jóvenes le dan a las grandes corporaciones a través de sus consumos?

-Por supuesto, pero no sólo los jóvenes, todos estamos cediendo gratuitamente información o no tenemos más remedio que hacerlo si queremos trabajar. Pero la situación de los jóvenes es particularmente elocuente; muchos científicos sociales hemos estudiado que en México, por lo menos desde 2005, cuando se hizo la segunda Encuesta Nacional de Juventud, apareció evidencia de que la informalidad era un rasgo predominante en las condiciones laborales y la vida cotidiana, también en el consumo. La mayoría estamos padeciendo la informalidad; aumenta la arbitrariedad en las relaciones sociales nacionales e internacionales, como muestra el libro de la Cepal, que fue quizá el primer organismo en América Latina que hizo evidente un desfase entre los mayores logros educativos de las generaciones jóvenes, y al mismo tiempo, el menor acceso a un empleo seguro y continuo.

-Por ello el desapego de los jóvenes a los proyectos de largo plazo

-Los jóvenes han perdido la posibilidad de construir carreras; trabajan por proyectos discontinuos, sin seguridad social en la mayoría de los casos y sin atención médica garantizada, pero esto tiene consecuencias también para las generaciones mayores que aún tenemos un cargo. Si estamos viviendo en una sociedad donde la informalidad y la irregularidad se convierten en norma, padecemos también la consecuencias políticas, porque la despolitización de la que tanto se habla de os jóvenes, tiene que ver no sólo con que sienten haber sido estafados, sino con una percepción del tiempo vital diferente: Si sé que voy a tener muy difícil garantizar mi trabajo y tengo que arreglármelas para sobrevivir en periodos de desempleo, y el Estado no me apoya, no me garantiza derechos, entonces todo es frágil y por lo tanto, ¿qué importancia puede tener elegir un presidente para los próximos seis años? Son tiempos imprevisibles.

-Cuando habla de todas las formas en que los ciudadanos pueden ser rehenes de las fakenews, pensamos sobre todo en los no nativos digitales, que deben ser uno de los sectores más vulnerables frente a ese fenómeno.

-Es lógico que quienes tenemos más de 50 años sintamos desconcierto en este mundo de una digitalización tan acelerada, porque nos formamos en un mundo en que habíamos aprendido a actuar con ciertas garantías hacia el futuro, y si esas garantías se esfuman, la atención médica, las aseguradoras ya cambiaron las reglas de atención porque las aerolíneas como lo comprobamos en este año, muchísimas veces, cancelan o no nos dejan usar los puntos que habíamos acumulado en viajes, ¿por qué vamos a confiar? Cierran sus oficinas, nos obligan a usar el número 01 800 donde nos atienden empleados que no están habilitados para resolver. Esto ha pasado antes con los bancos, aún antes de la pandemia, hay una desregularización generalizada de los mercados que ha producido escepticismo político, económico y social.

-Si “las indecisiones de lo real y lo virtual nos desorientan a los ciudadanos y estimulan el cinismo oportunista de políticos, empresas y algunos movimientos sociales”, ¿qué fenómenos ha visto que valga la pena destacar?

-Los procesos que veo extendidos en el mundo son rebeliones locales, comunitarias, que pueden organizarse a veces internacionalmente; pienso en los movimientos juveniles y estudiantiles que hubo desde 2011 y 2012 en México y Nueva York, hasta los del año pasado en Chile.

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Hay muchos de estos sectores descontentos que no se han desentendido de la política y que no han optado por recluirse. Queremos hacer nuevas formas de organización comunitaria y también internacional donde la vida sea diferente, donde haya derechos que se conserven… Los políticos están encapsulados en sus parlamentos, en sus partiditos…Y la vida corre por otras vías. Ahora en la pandemia ha habido otros episodios, en los que gente que nunca se había organizado dice: “voy a reunirme con los de mi propia calle o de mi colonia para comprar productos más sanos, orgánicos, en forma más directa, apoyando al productor y no a los intermediarios…”

-Ha dicho que el avance de los medios neutraliza la participación social. ¿Pasará eso también con los memes, la parafernalia y las canciones que intentan denunciar o ironizar la ineficacia de los políticos?

-Eso que dices se ha comprobado en algunas investigaciones sobre la recepción de los efectos de los memes, las caricaturas, la burla, los grafitis, pero los estudios más atentos a la complejidad creen que no hay un sólo tipo de recepción. Es decir: pueden tener un efecto de desastre, puede ser que un político no aguante una montaña de memes, y los partidos lo mismo, pero hay zigzagueos.

“Tiene muchos lados esto y hay que estar percibiendo la multiplicidad de reacción que produce el mismo mensaje, el mensaje no contiene los códigos de interpretación con los que va a ser leído por todos; a veces precisamente la ambigüedad de los mensajes busca esa multiplicidad de interpretaciones”.

-¿Qué pueden hacer los ciudadanos para emanciparse de los fenómenos que hemos mencionado?

-Ya existen redes alternativas en algunos países; sociedades de acceso abierto y de circulación de información alterna. En México las experiencias de Verificado 18 y Verificado 19 que trabajaron después del sismo de septiembre del 2017, para verificar la información de cuáles eran los lugares donde había experiencias más necesitadas de atención y luego trabajaron en la distinción de informaciones verdaderas de las falsas; en varios países esto se ha hecho. Hay una redefinición de lo que significa ser ciudadano y que no es sólo votar, o adherir o rechazar partidos políticos o sindicatos, sino organizarse de modo alternativo para no ser apresados por las instituciones. A mí me parece extremadamente valioso.

-Está desarrollando estudios que relacionan a las instituciones con las aplicaciones. ¿De qué trata eso?

-Estoy en un equipo de investigación con la Universidad de São Paulo, donde estamos viendo esa disyuntiva entre instituciones y aplicaciones, porque no podemos quedar presos de las instituciones, pero tampoco podemos resolver las cuestiones irresueltas que nos dejan esas instituciones cansadas y corruptas con las aplicaciones; sin embargo, las aplicaciones también están sustituyendo muchas instituciones, porque las aplicaciones son de enorme utilidad en muchos casos y también sumamente peligrosas, porque socializan y a la vez desocializan… Hay una discusión internacional en la que estamos trabajando sobre la extensión del concepto institución. ¿Un movimiento social puede llegar a ser considerado una institución? ¿Una red social es una institución? ¿De qué tipo? Hay un replanteamiento en las ciencias sociales de las categorías y de los conceptos con los que venimos trabajando, y cuya transformación tan rápida y abrupta exige que hagamos ciencia de otro modo, para entender lo que está pasando.

-¿Qué lugar tiene la lucha feminista en todo este escenario?

-Es una de las pocas revoluciones que han tenido efectos globales y más duraderos que se han profundizado con toda la complejidad que todo implica, porque hay varios feminismos, no uno solo. Sabemos por ejemplo de las divergencias entre feministas históricas en México que venían haciendo desde hace 40 años un trabajo valiosísimo y los movimientos más jóvenes que sienten insuficiente ese tipo de rebelión contra la sociedad patriarcal y se enfocan en acciones más radicales, con consignas también que problematizaron mucho más que en el pasado. En ese sentido, el feminismo ha tenido logros extraordinarios, como lo vemos en algunas regiones de México. Por otro lado, para los hombres han sido extraordinariamente valiosos esos desafíos, en los que hay que hacer esfuerzos para entender demandas que no nos dábamos cuenta que eran justas y que los hombres estábamos asociados aunque no fuéramos explícitamente machistas en una sociedad opresora.

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HOMENAJE

Este 28 de octubre, la Asociación Española de Investigadores en Comunicación (AEIC), que reúne a centenares de académicos y autoridades en el tema se reunirá de manera virtual para reconocer a tres investigadores, entre ellos el maestro García Canclini, “por su magisterio internacional durante más de cuatro décadas desde la antropología y desde una rica perspectiva interdisciplinar, y por su enorme aportación investigadora al conocimiento de la cultura y la comunicación contemporáneas”. Según un comunicado de la AEIC, las publicaciones de García Canclini son de gran repercusión global, reconocida por numerosos premios y distinciones internacionales y han permitido una visión integral de las culturas latinoamericanas, y potenciado su diálogo y su cooperación en el marco iberoamericano.


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La necesidad de desglobalizarse, la hipervigilancia, la redefinición de ciudadanía, los retos que enfrentan los jóvenes y hasta el papel de los políticos, los medios y los memes son parte de esta conversación, así como el homenaje que a finales de este mes le otorgará la academia española por toda una vida de investigación dedicada a la comunicación.

-La globalización es uno de los temas que usted ha estudiado mucho, pero en Ciudadanos reemplazados por algoritmos nos habla de “desglobalizarse”. ¿De qué se trata eso?

-A fin del siglo pasado y principios del XXI, hubo una idealización de la potencialidad de la globalización como proceso de integración de las culturas y las sociedades: acercamiento y comprensión; aumento exponencial de la información, de lugares lejanos y oportunidades de intercambio económico y tecnológico. En parte, eso ha ocurrido pero con contradicciones, efectos negativos y reacciones de repliegue como el Brexit, o como la política del gobierno de Donald Trump, de desafiliación de organismos internacionales como la OMS, la UNESCO y organizaciones de derechos humanos.

-Cada vez surgen más voces de desencanto hacia la globalización, ese proceso que por otro lado parece siempre inacabado, incompleto.

-Sí, parte de lo que estamos comprobando en los últimos años es que la globalización trae la intensificación de la interculturalidad y muchas veces cuesta convivir con los diferentes: Hay que aprender nuevas lenguas, no sólo que los otros aprendan las nuestras; hay que desarrollar capacidades de comprensión y simpatía con formas de elaborar las relaciones sociales que nos cuesta aceptar. Antes podíamos estar más alejados y elegir si viajábamos a otros países, y las empresas pensaban en la productividad de esos intercambios. Hoy sabemos que tantos intercambios y tal aumento de la competencia global han traído peores salarios, desaparición de empresas y pérdida de empleos en muchísimos países, incluso prósperos, que trasladan sus fábricas u oficinas a países donde pueden pagar menos salarios. Hay un conjunto de contradicciones que nos cuesta comprender (…) La actual pandemia quizá sea el ejemplo más dramático de una globalización que no podemos detener, pero tampoco sabemos administrar.

Si nos formamos en un mundo en que habíamos aprendido a actuar con ciertas garantías hacia el futuro, y esas garantías se esfuman (…) ¿por qué vamos a confiar?

-En el libro menciona que aunque los jóvenes son más versátiles y preparados que las generaciones anteriores, gozan de menos salud y oportunidades de desarrollo. ¿No contrasta esto con el poder que los mismos jóvenes le dan a las grandes corporaciones a través de sus consumos?

-Por supuesto, pero no sólo los jóvenes, todos estamos cediendo gratuitamente información o no tenemos más remedio que hacerlo si queremos trabajar. Pero la situación de los jóvenes es particularmente elocuente; muchos científicos sociales hemos estudiado que en México, por lo menos desde 2005, cuando se hizo la segunda Encuesta Nacional de Juventud, apareció evidencia de que la informalidad era un rasgo predominante en las condiciones laborales y la vida cotidiana, también en el consumo. La mayoría estamos padeciendo la informalidad; aumenta la arbitrariedad en las relaciones sociales nacionales e internacionales, como muestra el libro de la Cepal, que fue quizá el primer organismo en América Latina que hizo evidente un desfase entre los mayores logros educativos de las generaciones jóvenes, y al mismo tiempo, el menor acceso a un empleo seguro y continuo.

-Por ello el desapego de los jóvenes a los proyectos de largo plazo

-Los jóvenes han perdido la posibilidad de construir carreras; trabajan por proyectos discontinuos, sin seguridad social en la mayoría de los casos y sin atención médica garantizada, pero esto tiene consecuencias también para las generaciones mayores que aún tenemos un cargo. Si estamos viviendo en una sociedad donde la informalidad y la irregularidad se convierten en norma, padecemos también la consecuencias políticas, porque la despolitización de la que tanto se habla de os jóvenes, tiene que ver no sólo con que sienten haber sido estafados, sino con una percepción del tiempo vital diferente: Si sé que voy a tener muy difícil garantizar mi trabajo y tengo que arreglármelas para sobrevivir en periodos de desempleo, y el Estado no me apoya, no me garantiza derechos, entonces todo es frágil y por lo tanto, ¿qué importancia puede tener elegir un presidente para los próximos seis años? Son tiempos imprevisibles.

-Cuando habla de todas las formas en que los ciudadanos pueden ser rehenes de las fakenews, pensamos sobre todo en los no nativos digitales, que deben ser uno de los sectores más vulnerables frente a ese fenómeno.

-Es lógico que quienes tenemos más de 50 años sintamos desconcierto en este mundo de una digitalización tan acelerada, porque nos formamos en un mundo en que habíamos aprendido a actuar con ciertas garantías hacia el futuro, y si esas garantías se esfuman, la atención médica, las aseguradoras ya cambiaron las reglas de atención porque las aerolíneas como lo comprobamos en este año, muchísimas veces, cancelan o no nos dejan usar los puntos que habíamos acumulado en viajes, ¿por qué vamos a confiar? Cierran sus oficinas, nos obligan a usar el número 01 800 donde nos atienden empleados que no están habilitados para resolver. Esto ha pasado antes con los bancos, aún antes de la pandemia, hay una desregularización generalizada de los mercados que ha producido escepticismo político, económico y social.

-Si “las indecisiones de lo real y lo virtual nos desorientan a los ciudadanos y estimulan el cinismo oportunista de políticos, empresas y algunos movimientos sociales”, ¿qué fenómenos ha visto que valga la pena destacar?

-Los procesos que veo extendidos en el mundo son rebeliones locales, comunitarias, que pueden organizarse a veces internacionalmente; pienso en los movimientos juveniles y estudiantiles que hubo desde 2011 y 2012 en México y Nueva York, hasta los del año pasado en Chile.

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-Eso que dices se ha comprobado en algunas investigaciones sobre la recepción de los efectos de los memes, las caricaturas, la burla, los grafitis, pero los estudios más atentos a la complejidad creen que no hay un sólo tipo de recepción. Es decir: pueden tener un efecto de desastre, puede ser que un político no aguante una montaña de memes, y los partidos lo mismo, pero hay zigzagueos.

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-¿Qué pueden hacer los ciudadanos para emanciparse de los fenómenos que hemos mencionado?

-Ya existen redes alternativas en algunos países; sociedades de acceso abierto y de circulación de información alterna. En México las experiencias de Verificado 18 y Verificado 19 que trabajaron después del sismo de septiembre del 2017, para verificar la información de cuáles eran los lugares donde había experiencias más necesitadas de atención y luego trabajaron en la distinción de informaciones verdaderas de las falsas; en varios países esto se ha hecho. Hay una redefinición de lo que significa ser ciudadano y que no es sólo votar, o adherir o rechazar partidos políticos o sindicatos, sino organizarse de modo alternativo para no ser apresados por las instituciones. A mí me parece extremadamente valioso.

-Está desarrollando estudios que relacionan a las instituciones con las aplicaciones. ¿De qué trata eso?

-Estoy en un equipo de investigación con la Universidad de São Paulo, donde estamos viendo esa disyuntiva entre instituciones y aplicaciones, porque no podemos quedar presos de las instituciones, pero tampoco podemos resolver las cuestiones irresueltas que nos dejan esas instituciones cansadas y corruptas con las aplicaciones; sin embargo, las aplicaciones también están sustituyendo muchas instituciones, porque las aplicaciones son de enorme utilidad en muchos casos y también sumamente peligrosas, porque socializan y a la vez desocializan… Hay una discusión internacional en la que estamos trabajando sobre la extensión del concepto institución. ¿Un movimiento social puede llegar a ser considerado una institución? ¿Una red social es una institución? ¿De qué tipo? Hay un replanteamiento en las ciencias sociales de las categorías y de los conceptos con los que venimos trabajando, y cuya transformación tan rápida y abrupta exige que hagamos ciencia de otro modo, para entender lo que está pasando.

-¿Qué lugar tiene la lucha feminista en todo este escenario?

-Es una de las pocas revoluciones que han tenido efectos globales y más duraderos que se han profundizado con toda la complejidad que todo implica, porque hay varios feminismos, no uno solo. Sabemos por ejemplo de las divergencias entre feministas históricas en México que venían haciendo desde hace 40 años un trabajo valiosísimo y los movimientos más jóvenes que sienten insuficiente ese tipo de rebelión contra la sociedad patriarcal y se enfocan en acciones más radicales, con consignas también que problematizaron mucho más que en el pasado. En ese sentido, el feminismo ha tenido logros extraordinarios, como lo vemos en algunas regiones de México. Por otro lado, para los hombres han sido extraordinariamente valiosos esos desafíos, en los que hay que hacer esfuerzos para entender demandas que no nos dábamos cuenta que eran justas y que los hombres estábamos asociados aunque no fuéramos explícitamente machistas en una sociedad opresora.

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Este 28 de octubre, la Asociación Española de Investigadores en Comunicación (AEIC), que reúne a centenares de académicos y autoridades en el tema se reunirá de manera virtual para reconocer a tres investigadores, entre ellos el maestro García Canclini, “por su magisterio internacional durante más de cuatro décadas desde la antropología y desde una rica perspectiva interdisciplinar, y por su enorme aportación investigadora al conocimiento de la cultura y la comunicación contemporáneas”. Según un comunicado de la AEIC, las publicaciones de García Canclini son de gran repercusión global, reconocida por numerosos premios y distinciones internacionales y han permitido una visión integral de las culturas latinoamericanas, y potenciado su diálogo y su cooperación en el marco iberoamericano.


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