Después de un día de un desfile embelesado por una capirotada de trajes típicos, adelitas, disfraces revolucionarios y aderezados con tablas rítmicas con música pop en inglés para conmemorar nuestra revolución; al día siguiente, la cruda moral hace su aparición con la cotidianeidad de tener que convivir con la injusticia y desigualdad social, que precisamente fueron los ideales de la lucha revolucionaria. Por lo anterior, nos vemos obligados a plantearnos las siguientes interrogantes: ¿qué tanto nos sirvió la revolución?, ¿es necesaria una nueva revolución?
¡Serenidad y tranquilidad! No necesariamente estamos hablando de un movimiento armado al plantear una nueva revolución, por ejemplo, podemos recordar a la primavera árabe que movilizó conciencias para buscar nivelar las condiciones de su pueblo. Por ello, tal vez, pudiera ser una opción viable para un país que, salvo su mejor opinión, requiere de una profunda transformación en busca de una mayor justicia social. También, ¿por qué no decirlo?, en la actual administración sea ha hecho un esfuerzo sin precedente por apoyar a los sectores vulnerables con programas sociales. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿es necesaria una nueva revolución o ya estamos en ese proceso de cambio?
Por otro lado, la idea de un movimiento armado no es tan descabellada. Durante las últimas décadas el trasiego de armas de Estados Unidos a México ha sido impresionante. Los grupos delictivos, para nadie es un secreto, son abastecidos desde los Estados Unidos. Dato curioso, los revolucionarios en la época de 1910 recibían el apoyo de los vecinos del norte, ellos jugaron el ajedrez de la guerra; y ahora, 100 años después, al menos en el papel, estamos viviendo la misma historia. ¿Coincidencia?
Ante una resaca, lo único que nos puede salvar siempre es la conciencia. Entonces, debemos de analizar lo que hemos construido los mexicanos en la era postrevolucionaria y hace un ejercicio de costo beneficio para saber a dónde se inclina la balanza. Partiendo de ese análisis estaremos en condiciones de definir el cómo queremos hacer el cambio, porque siendo plenamente conscientes no vamos a poder transitar hacia el progreso y desarrollo con el lastre de la desigualdad.
Ente más nos neguemos a tratar el tema de la desigualdad y los caminos para afrontarla, más estaremos cerrando el paso un movimiento de conciencia. Recordemos que el problema avanza, que no se soluciona solo y que nuestro amado México nos necesita a todos de un forma activa y participativa en la vida pública.