/ domingo 7 de julio de 2024

Fé y Razón | Vivir de prejuicios, nos resta vivir

La vida de un cristiano comienza a cambiar el día que descubre que Jesús es alguien que le puede enseñar a vivir, los cristianos de hoy tenemos que preguntarnos si no hemos olvidado que ser cristianos es sencillamente “vivir aprendiendo de Jesús”, descubrir a través de Él, cual es la manera más humana, más auténtica y gozosa de enfrentarnos a la vida.

Queremos vivir y aprender a vivir de consejos, de terapeutas, psicólogos, orientadores religiosos, profesores o los llamados “coach”, pero el principal maestro es la vida misma, quien nos enseñara la alegría y la tristeza, el amor y desamor, la pasión y desilusión, la salud y la enfermedad. Cuantos esfuerzos no se hacen hoy para aprender a triunfar en la vida: métodos para obtener el éxito en el trabajo profesional, técnicas para conquistar amigos y el arte de salir ganadores en las relaciones sociales. Pero se nos olvida lo esencial que es aprender a ser sencillamente humanos, amable, alegre, educado, cordial, bondadoso y solidarios con el más necesitado.

Son bastantes los cristianos para quienes Jesús no es su modelo de vida o el que inspira la forma de ser y actuar. Jesús se ha convertido en un personaje que para muchos es alguien más de la historia, alguien a quien creen conocer desde niños, y para muchos desgraciadamente sigue siendo el gran desconocido, sin consistencia real o incapaz de animar la existencia diaria. Pero es Jesús quien puede trasformar nuestra vida, no como un maestro lejano del que me han enseñado sino como alguien vivo que desde el fondo de mi alma y mi ser, me acompaña con paciencia, comprensión y ternura. En Jesús comprendemos la sencillez de la vida que nos enseña a vivir, no para manipular a los otros, sino para servir. Nos enseña que es mejor dar que acaparar, con Jesús podemos aprender a vivir de manera más solidaria y menos egoísta, a buscar la paz y perseguir la justicia. Pero sobre todo a confiar en el padre misericordioso que nos enseña amar y buscar un mundo fraterno.

En el evangelio de San marcos capitulo seis, Jesús al regresar a su pueblo en el cual creció, se encontró la novedad que no lo reconoció como el gran profeta o un ser divino, sino como el camarada, el conocido, el que no lleva etiquetas. Jesucristo no tenía el poder cultural como los escribas, o el liderazgo político-religioso de los fariseos, tampoco fue un intelectual con estudios o funcionario romano. Simple y sencillamente Jesús fue un obrero que pertenecía a una aldea desconocida de la baja Galilea, llamada Nazaret. Sin embargo cuando Jesús llega a su Pueblo, acompañado de sus discípulos, los vecinos quedaron sorprendidos por dos cosas: de la sabiduría de su corazón y la fuerza curadora.

Somos muy prontos al prejuicio, a rechazar, descalificar o no reconocer la grandeza del otro, la envidia nos impide recibir los milagros que puede brindar mi hermano o mi prójimo, cuantas veces preferimos que el carpintero siga siendo carpintero y no lo reconocemos como maestro, cuantas veces nos empeñamos en ver las sombras y no somos capaz de ver la luz.

La vida de un cristiano comienza a cambiar el día que descubre que Jesús es alguien que le puede enseñar a vivir, los cristianos de hoy tenemos que preguntarnos si no hemos olvidado que ser cristianos es sencillamente “vivir aprendiendo de Jesús”, descubrir a través de Él, cual es la manera más humana, más auténtica y gozosa de enfrentarnos a la vida.

Queremos vivir y aprender a vivir de consejos, de terapeutas, psicólogos, orientadores religiosos, profesores o los llamados “coach”, pero el principal maestro es la vida misma, quien nos enseñara la alegría y la tristeza, el amor y desamor, la pasión y desilusión, la salud y la enfermedad. Cuantos esfuerzos no se hacen hoy para aprender a triunfar en la vida: métodos para obtener el éxito en el trabajo profesional, técnicas para conquistar amigos y el arte de salir ganadores en las relaciones sociales. Pero se nos olvida lo esencial que es aprender a ser sencillamente humanos, amable, alegre, educado, cordial, bondadoso y solidarios con el más necesitado.

Son bastantes los cristianos para quienes Jesús no es su modelo de vida o el que inspira la forma de ser y actuar. Jesús se ha convertido en un personaje que para muchos es alguien más de la historia, alguien a quien creen conocer desde niños, y para muchos desgraciadamente sigue siendo el gran desconocido, sin consistencia real o incapaz de animar la existencia diaria. Pero es Jesús quien puede trasformar nuestra vida, no como un maestro lejano del que me han enseñado sino como alguien vivo que desde el fondo de mi alma y mi ser, me acompaña con paciencia, comprensión y ternura. En Jesús comprendemos la sencillez de la vida que nos enseña a vivir, no para manipular a los otros, sino para servir. Nos enseña que es mejor dar que acaparar, con Jesús podemos aprender a vivir de manera más solidaria y menos egoísta, a buscar la paz y perseguir la justicia. Pero sobre todo a confiar en el padre misericordioso que nos enseña amar y buscar un mundo fraterno.

En el evangelio de San marcos capitulo seis, Jesús al regresar a su pueblo en el cual creció, se encontró la novedad que no lo reconoció como el gran profeta o un ser divino, sino como el camarada, el conocido, el que no lleva etiquetas. Jesucristo no tenía el poder cultural como los escribas, o el liderazgo político-religioso de los fariseos, tampoco fue un intelectual con estudios o funcionario romano. Simple y sencillamente Jesús fue un obrero que pertenecía a una aldea desconocida de la baja Galilea, llamada Nazaret. Sin embargo cuando Jesús llega a su Pueblo, acompañado de sus discípulos, los vecinos quedaron sorprendidos por dos cosas: de la sabiduría de su corazón y la fuerza curadora.

Somos muy prontos al prejuicio, a rechazar, descalificar o no reconocer la grandeza del otro, la envidia nos impide recibir los milagros que puede brindar mi hermano o mi prójimo, cuantas veces preferimos que el carpintero siga siendo carpintero y no lo reconocemos como maestro, cuantas veces nos empeñamos en ver las sombras y no somos capaz de ver la luz.