/ miércoles 7 de agosto de 2024

Cruzando Líneas | El póker presidencial

En la recta final de la contienda por la presidencia de Estados Unidos empieza a sentirse un ápice de emoción. Por meses, fue una campaña desangelada, predecible y hasta frustrante; la política se sentía más acosadora que seductora. Pero ahora que ambos partidos han volteado las cartas y han enseñado su mano, quizá no quede ningún as bajo la manga. ¿Será suficiente la expectativa para llegar eufóricos hasta noviembre? Habrá que verse.

Después de vergonzoso primer debate, Donald Trump se supo en la cima porque tenía más fuerza y entereza que Joe Biden. Con el atentado en su contra, sintió que había catapultado su campaña, y el broche de oro, creyó, sería JD Vance como su fórmula vicepresidencial. Lo tenía todo en su lugar: La popularidad, la imagen de mártir y salvador y un clon político más joven, pero igual de controvertido. Pero llego Kamala Harris.

La vicepresidenta de Estados Unidos le puso respiración artificial al Partido Demócrata; con Biden, agonizaba. Llegó hambrienta y algunos dicen que, hasta descarada, con un ímpetu que no se le vio en los cuatro años de gestión. Volvió, así como lo hacen los que se han quedado en el limbo por un rato y despiertan intempestivamente. Provocó una marejada que llenó de millones de dólares la cuenta de la campaña, sacudió la polilla de los escépticos de sus mismas filas y recibió un avasallador apoyo que, si hubiera sido un proceso electoral tradicional, quizá no hubiera tenido.

Mientras el huracán Trump subía de categoría, Harris llegó haciendo olas… pero no hay marejada que sea eterna ni playa en la que no se rompan. Hoy sigue surfeando y con ella Tim Walz, el recién nombrado candidato para la vicepresidencia, el tan codiciado puesto de fórmula de campaña que muchos acariciaron.

Ya están las cuatro cartas abiertas, justo a tiempo para el segundo debate presidencial. Van con todo. Las apuestas están sobre la mesa. ¿Quién juega y quién entrega? ¿Quién parte? ¿Quién esconde un truco y quién al final tira las cartas? Quizá este inofensivo juego de casino pudiera enseñarnos mucho más de las palabras que se dirán. Quién conserva el temple y quién reacciona; quién se atreve a mantener el rostro frío cuando se presionan los detonadores más personales y agresivos.

No hace falta esperar a ese encuentro televisado para conocer a los jugadores. Algunos se han destapado mucho antes de comenzar, ya no tienen el misterio de la alguna vez celebrada habilidad de farolear, atacar y pactar. Quizá este encuentro tampoco suceda y esa sí sería una increíble derrota para la democracia.

El votante es el único que todavía no ha soltado sus cartas. Se lanzan miradas, pero en lugares como Arizona es muy difícil querer especular. Somos, como los otros estados bisagras, la composición humana de la cara del póker. Aunque somos muchos, nada aún nos delata.

En la recta final de la contienda por la presidencia de Estados Unidos empieza a sentirse un ápice de emoción. Por meses, fue una campaña desangelada, predecible y hasta frustrante; la política se sentía más acosadora que seductora. Pero ahora que ambos partidos han volteado las cartas y han enseñado su mano, quizá no quede ningún as bajo la manga. ¿Será suficiente la expectativa para llegar eufóricos hasta noviembre? Habrá que verse.

Después de vergonzoso primer debate, Donald Trump se supo en la cima porque tenía más fuerza y entereza que Joe Biden. Con el atentado en su contra, sintió que había catapultado su campaña, y el broche de oro, creyó, sería JD Vance como su fórmula vicepresidencial. Lo tenía todo en su lugar: La popularidad, la imagen de mártir y salvador y un clon político más joven, pero igual de controvertido. Pero llego Kamala Harris.

La vicepresidenta de Estados Unidos le puso respiración artificial al Partido Demócrata; con Biden, agonizaba. Llegó hambrienta y algunos dicen que, hasta descarada, con un ímpetu que no se le vio en los cuatro años de gestión. Volvió, así como lo hacen los que se han quedado en el limbo por un rato y despiertan intempestivamente. Provocó una marejada que llenó de millones de dólares la cuenta de la campaña, sacudió la polilla de los escépticos de sus mismas filas y recibió un avasallador apoyo que, si hubiera sido un proceso electoral tradicional, quizá no hubiera tenido.

Mientras el huracán Trump subía de categoría, Harris llegó haciendo olas… pero no hay marejada que sea eterna ni playa en la que no se rompan. Hoy sigue surfeando y con ella Tim Walz, el recién nombrado candidato para la vicepresidencia, el tan codiciado puesto de fórmula de campaña que muchos acariciaron.

Ya están las cuatro cartas abiertas, justo a tiempo para el segundo debate presidencial. Van con todo. Las apuestas están sobre la mesa. ¿Quién juega y quién entrega? ¿Quién parte? ¿Quién esconde un truco y quién al final tira las cartas? Quizá este inofensivo juego de casino pudiera enseñarnos mucho más de las palabras que se dirán. Quién conserva el temple y quién reacciona; quién se atreve a mantener el rostro frío cuando se presionan los detonadores más personales y agresivos.

No hace falta esperar a ese encuentro televisado para conocer a los jugadores. Algunos se han destapado mucho antes de comenzar, ya no tienen el misterio de la alguna vez celebrada habilidad de farolear, atacar y pactar. Quizá este encuentro tampoco suceda y esa sí sería una increíble derrota para la democracia.

El votante es el único que todavía no ha soltado sus cartas. Se lanzan miradas, pero en lugares como Arizona es muy difícil querer especular. Somos, como los otros estados bisagras, la composición humana de la cara del póker. Aunque somos muchos, nada aún nos delata.