/ miércoles 24 de julio de 2024

Cruzando Fronteras | La agonía de Biden

La bala hirió a Trump, pero mató a Biden. Ese titular penetró mi cerebro por días. Lo leí en X y me lo encontré en otras redes poco después. Era crudo y directo, como muchas verdades que nos da miedo pronunciar en voz alta. No era expresión literal, sino una metáfora cargada que le dio el tiro de gracia a una agonizante campaña presidencial. Nadie murió, pero en menos de 10 días resucitó la democracia.

Me gusta imaginarme lo que pasaba a puerta cerrada antes de que el retiro fuera oficial.

Me figuro al presidente con el televisor encendido viendo el cierre de la Convención Nacional Republicana, que más que un mitin parecía un culto. Casi puedo verlo frotándose el cuello y las manos sudorosas por el COVID y el nervio, paseando de un lado a otro con un ligero temblor en los labios. Y luego puedo oír el teléfono sonar y los murmullos de todos afuera de su habitación. Escucho con dificultad las conversaciones telefónicas, que supongo intensas, para pedirle que soltara el poder. Descubro, una vez más, sus ganas tan grandes de no hacerlo a pesar de la edad, el cansancio y el cuerpo. Aquí se acabó. Y casi siento el momento exacto en el que la decepción lo baña de realidad: Allá los ánimos estaban ardiendo; acá lo único que quemaba era el frío de una aspiración presidencial que había muerto hace mucho y en la que todos cargábamos el cuerpo. Quizá fue así; tal vez no.

Que Joe Biden se hiciera a un lado fue lo mejor que le pudo pasar al Partido Demócrata después de una administración tibia y una contienda que necesitaba una resucitación artificial. También es lo más atinado para nuestra definición arriesgada de la democracia; fue, como dicen sus simpatizantes, su mayor acto de patriotismo, Quizá es muy tarde; tal vez pasó justo a tiempo… lo sabremos en noviembre.

Kamala Harris es, quizá, la apuesta más segura. Aunque si nos sinceramos, si hubiera sido un proceso tradicional, tal vez no hubiera sido la favorita. Le han criticado su perfil bajo como vicepresidenta y la falta de fuerza y visibilidad en estos cuatro años, pero le dan el beneficio de la duda. ¿Quién si no ella para enfrentar al gigante? El segundo debate será el de la fiscal contra el convicto. Acá quedará muy poco para imaginarse.

Que la precandidata demócrata haya recaudado unos 80 millones de dólares en un día después del anuncio del presidente es un mensaje claro: Son millones también los que quieren votar por lo que sea menos por Trump. Ahora sí hay alguien que puede darle batalla y es una mujer, otra, quizá con más colmillo que la anterior. Si en el 2016, Trump pensó que Hillary Clinton era “una mujer repugnante”, en este 2024 Kamala le hará replantearse esta “cacería de brujas” sexista que ha librado por tanto tiempo.

Ahora sí empiezan los verdaderos juegos del hambre de la política estadounidense.

La bala hirió a Trump, pero mató a Biden. Ese titular penetró mi cerebro por días. Lo leí en X y me lo encontré en otras redes poco después. Era crudo y directo, como muchas verdades que nos da miedo pronunciar en voz alta. No era expresión literal, sino una metáfora cargada que le dio el tiro de gracia a una agonizante campaña presidencial. Nadie murió, pero en menos de 10 días resucitó la democracia.

Me gusta imaginarme lo que pasaba a puerta cerrada antes de que el retiro fuera oficial.

Me figuro al presidente con el televisor encendido viendo el cierre de la Convención Nacional Republicana, que más que un mitin parecía un culto. Casi puedo verlo frotándose el cuello y las manos sudorosas por el COVID y el nervio, paseando de un lado a otro con un ligero temblor en los labios. Y luego puedo oír el teléfono sonar y los murmullos de todos afuera de su habitación. Escucho con dificultad las conversaciones telefónicas, que supongo intensas, para pedirle que soltara el poder. Descubro, una vez más, sus ganas tan grandes de no hacerlo a pesar de la edad, el cansancio y el cuerpo. Aquí se acabó. Y casi siento el momento exacto en el que la decepción lo baña de realidad: Allá los ánimos estaban ardiendo; acá lo único que quemaba era el frío de una aspiración presidencial que había muerto hace mucho y en la que todos cargábamos el cuerpo. Quizá fue así; tal vez no.

Que Joe Biden se hiciera a un lado fue lo mejor que le pudo pasar al Partido Demócrata después de una administración tibia y una contienda que necesitaba una resucitación artificial. También es lo más atinado para nuestra definición arriesgada de la democracia; fue, como dicen sus simpatizantes, su mayor acto de patriotismo, Quizá es muy tarde; tal vez pasó justo a tiempo… lo sabremos en noviembre.

Kamala Harris es, quizá, la apuesta más segura. Aunque si nos sinceramos, si hubiera sido un proceso tradicional, tal vez no hubiera sido la favorita. Le han criticado su perfil bajo como vicepresidenta y la falta de fuerza y visibilidad en estos cuatro años, pero le dan el beneficio de la duda. ¿Quién si no ella para enfrentar al gigante? El segundo debate será el de la fiscal contra el convicto. Acá quedará muy poco para imaginarse.

Que la precandidata demócrata haya recaudado unos 80 millones de dólares en un día después del anuncio del presidente es un mensaje claro: Son millones también los que quieren votar por lo que sea menos por Trump. Ahora sí hay alguien que puede darle batalla y es una mujer, otra, quizá con más colmillo que la anterior. Si en el 2016, Trump pensó que Hillary Clinton era “una mujer repugnante”, en este 2024 Kamala le hará replantearse esta “cacería de brujas” sexista que ha librado por tanto tiempo.

Ahora sí empiezan los verdaderos juegos del hambre de la política estadounidense.

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