Estos días de confinamiento necesario ante la pandemia mundial por el coronavirus, han sido utilizadas facciosamente por parte de ciertas instituciones y actores políticos que buscan hacernos olvidar.
Olvidar, por ejemplo, el feminicidio de Abril Pérez Sagaón, cuyo caso aún no se resuelve en tribunales. Como es sabido, el Consejo de la Judicatura de la Ciudad de México decidió reincorporar a los jueces Federico Mosco González y Luis Alejandro Díaz Antonio, bajo el argumento de falta de personal para impartir justicia, ignorando el agravio que representa este caso y mostrando la falta de oficio ético de un sector del poder judicial, que además sienta el peor precedente.
Por otro lado, podemos hablar de los olvidos de los senadores de derecha, quienes apelando a todos los prejuicios, estereotipos y ninguna empatía respecto a la población doble o triplemente vulnerada por razón de género, clase social o circunstancias particulares de precarización, no disciernen cuándo se habla de Derechos Humanos en estos casos, y reducen a estas personas con etiquetas como “traficantes, rateros y delincuentes” (basta ver el debate de la Ley de Amnistía, recientemente publicada en el Diario Oficial de la Federación)¬¬.
Olvidan que hemos llegado a estos límites de cárceles llenas de hombres y mujeres olvidados por el sistema de justicia, desde los tiempos cuando ellos gobernaban.
Tiempos en los que el crimen organizado dictó las reglas y sometió a su servicio a campesinos, campesinas y a jóvenes, para engrosar sus filas. Ya se les olvidaron las crueles cifras de la guerra contra el narco, emprendida sin reparo, sin resultados y sin estrategia. Y por supuesto, ignoran y olvidan que los derechos humanos contemplan la reinserción social, porque poco les importa.
Por ello se escandalizan cuando se habla de capacitación a jóvenes, se rasgan las vestiduras con programas de reforestación y apoyo al campo, porque para ellos la justicia se limita a cárceles hacinadas.
Olvidan también que, mientras ellos y ellas lo siguen negando, las mujeres son criminalizadas por decidir sobre sus cuerpos, mientras la moral de estos buenos legisladores no repara en las consecuencias de esta circunstancia. Para ellos y ellas, lo importante, dicen “es la vida”, y la ignoran, lastiman y humillan cuando pasa frente a sus ojos.
Que estos tiempos que invitan a la reflexión se transformen en un paréntesis para recuperar la memoria, recordar y afinar estrategias que reivindiquen a todas las víctimas de este país. Sabemos también que hoy más que nunca muchos sectores requieren de la solidaridad de todos y todas, y muchas mujeres viven la peor pesadilla precisamente dentro de sus hogares. Por todo ello, no hay tregua y no podemos parar las estrategias de atención de las violencias hacia las mujeres sus hijas e hijos. Por el contrario, tenemos que reforzarlas.
El compromiso debe ser el trabajo articulado para que regrese la paz social, con la memoria, la vida y el corazón encendido por y para todas las personas que habitamos este país y este planeta.