/ miércoles 9 de octubre de 2024

Amat Cucapah / Oruke cautivó a Hardy

Próximo a bocana del río Colorado apareció, atorado sobre un banco de arena, un barquito de 25 toneladas llamado “La Bruja”, sobre esa nave entró al escenario del seno californio Robert Williams Hale Hardy, viniendo de Inglaterra en 1826.

Hardy enviado por la Corona Inglesa vino para llevar ‘’Madre Perlas’’, lograr concesiones mineras y ganar cuantiosa recompensa “si encontraba” el mítico “Estrecho de Anián”, supuesto pasadizo secreto por donde su paisano pirata Francis Drake cruzaba (MENTIRA) del océano Pacífico al Atlántico, huyendo a Inglaterra después de asaltar “El Galeón de Manila”.

Durante su estancia, Hardy apreció la amable franqueza de la población joven; relevante admiró la belleza y fina desenvoltura femenina de una joven Cucapah que llegó -pidiendo permiso para visitar el barco- con dos varoncitos acompañantes; en igual calidad resalta honorable comportamiento varonil manifiesto que desnudos acompañaron la damita Cucapah.

A este galante marino embelesó la jovencita –de dieciséis, diecisiete años- de belleza incomparable; distinguida por finos, tiernos movimientos en sus acariciantes manos; con notas y timbre de voz refinada, mirar subyugante, cándido y altivo, arrogante e imponente, digna de las damas que hospedaba la realeza en la corte de Inglaterra.

A Williams Hardy aquella joven lo embelesó de modo sin igual, como distinguida princesa le cautivó. Ella esbelta vestía modesto faldillín indígena semidesnuda, en hilos sueltos de corteza de álamo como enaguas, su cuello y cintura adornados llevando conchas curiosamente engarzadas; su pelo húmedo suelto cayendo con gracia sobre sus delicados hombros, dejaba los pechos descubiertos sobre su busto, desplazándose con andar cadencioso y porte elegante; brillante pelo entre negro; hermosos ojos sobresalían de su rostro, apoyados en nariz protuberante refinada, descansando sobre labios carnosos, provenientes del cáliz perfilado de exquisita barbilla, de donde levantaba hermosas mejillas color oro, haciendo juego con boceto de cara alargada, coronada por discreto mentón inteligente.

Hardy ofreció a los muchachos -como oferta inicial de compra- dos telas finas, espejos y abalorios colorines vistosos. Los varones Cucapah dijeron no; jamás prestaron atención a Hardy en declaraciones de negocio.

Hardy incrementó su oferta cada vez más, llegando -tal como dijo- tope final: tres armas de fuego; ante ello -los varoncitos, quienes desde el primer momento rechazaron oferta- continuaron inmutables gozando del paseo sobre “La Bruja”. Ante insistencias de Hardy -en sus pausas de conversación- siempre dijeron: !No¡ al acoso impertinente y despreciًándole, hasta cuando quisieron, sin solicitar permiso, lanzándose “en clavado” al río, abandonaron el barco.


Próximo a bocana del río Colorado apareció, atorado sobre un banco de arena, un barquito de 25 toneladas llamado “La Bruja”, sobre esa nave entró al escenario del seno californio Robert Williams Hale Hardy, viniendo de Inglaterra en 1826.

Hardy enviado por la Corona Inglesa vino para llevar ‘’Madre Perlas’’, lograr concesiones mineras y ganar cuantiosa recompensa “si encontraba” el mítico “Estrecho de Anián”, supuesto pasadizo secreto por donde su paisano pirata Francis Drake cruzaba (MENTIRA) del océano Pacífico al Atlántico, huyendo a Inglaterra después de asaltar “El Galeón de Manila”.

Durante su estancia, Hardy apreció la amable franqueza de la población joven; relevante admiró la belleza y fina desenvoltura femenina de una joven Cucapah que llegó -pidiendo permiso para visitar el barco- con dos varoncitos acompañantes; en igual calidad resalta honorable comportamiento varonil manifiesto que desnudos acompañaron la damita Cucapah.

A este galante marino embelesó la jovencita –de dieciséis, diecisiete años- de belleza incomparable; distinguida por finos, tiernos movimientos en sus acariciantes manos; con notas y timbre de voz refinada, mirar subyugante, cándido y altivo, arrogante e imponente, digna de las damas que hospedaba la realeza en la corte de Inglaterra.

A Williams Hardy aquella joven lo embelesó de modo sin igual, como distinguida princesa le cautivó. Ella esbelta vestía modesto faldillín indígena semidesnuda, en hilos sueltos de corteza de álamo como enaguas, su cuello y cintura adornados llevando conchas curiosamente engarzadas; su pelo húmedo suelto cayendo con gracia sobre sus delicados hombros, dejaba los pechos descubiertos sobre su busto, desplazándose con andar cadencioso y porte elegante; brillante pelo entre negro; hermosos ojos sobresalían de su rostro, apoyados en nariz protuberante refinada, descansando sobre labios carnosos, provenientes del cáliz perfilado de exquisita barbilla, de donde levantaba hermosas mejillas color oro, haciendo juego con boceto de cara alargada, coronada por discreto mentón inteligente.

Hardy ofreció a los muchachos -como oferta inicial de compra- dos telas finas, espejos y abalorios colorines vistosos. Los varones Cucapah dijeron no; jamás prestaron atención a Hardy en declaraciones de negocio.

Hardy incrementó su oferta cada vez más, llegando -tal como dijo- tope final: tres armas de fuego; ante ello -los varoncitos, quienes desde el primer momento rechazaron oferta- continuaron inmutables gozando del paseo sobre “La Bruja”. Ante insistencias de Hardy -en sus pausas de conversación- siempre dijeron: !No¡ al acoso impertinente y despreciًándole, hasta cuando quisieron, sin solicitar permiso, lanzándose “en clavado” al río, abandonaron el barco.