¡Pasa! ¡Siéntate mi amor! ¿Quieres comer?. Diciendo y haciendo atendía como “alteza serenísima” a tod@ transeúnte que asomara a su ramada. Tod@s encontraron alojo, animoso consuelo, cuando allá terminándose los 1930s, llegaron a este San Luís.
Ella llegó aquí como sirvienta del matrimonio: Allan Washburn; desde muy de mañana trabajaba, cuando construyeron casa sobre calle primera, quedando espalda del cine Maya. Washburn era socio del hotel “Cuatro vientos” y cantina “All Nations” construidos en calle Cuauhtémoc, durante 1920 y dueño del “Club Internacional” levantado en 1923 frente a la línea, calles hoy primera -antes llamada Hidalgo- y Morelos.
María llegó aquí cuarentona, era ‘’Un Mujerón Tarahumara’’muy morena, cabello largo, lacio, acordonado en dos trenzas, falda larga amplia, con grandes ojos negros de mirada penetrante, movía expresivas cejas reafirmando sus palabras, giraban sus labios carnosos de holán en gesticulaciones de galante simpatía; al andar balanceaba sus senos con la cadera en contoneo provocativo. Traía dos niñas: siete y nueve años; vivió –más allá del panteón (Coppel)- bajo ramada paredes de espinoso ocotillo; su casa estaba en despoblado desierto, terreno propio con postería puesta por ella misma, de Obregón a Madero, calles 2ª y 3ª; donde hoy es el callejón, tenía un pequeño sembradío de hortalizas irrigado a baldes, con barriles de agua acarreados por Washburn; pero atardeciendo vistía falda “ medio paso”, con sus niñas vendiendo dos-tres manojos: calabacitas, cilantro, algodones perfumados y pañuelos fuera de las cantinas, era muy luchona; ningún galán le aguantó un día de agotador trabajo.
En 1940s -con más de sesenta años- regenteó cantinas; siendo dueña rentaba terreno para “casetas”, changarros, “Tánichis” que rodeaban el cuartito de la cárcel: esa jaulita con rejas de fierro forrada en madera, regalada por Regional Prisión Yuma, estaba donde hoy es telégrafos, contra esquina a presidencia municipal: Obregón y primera; época, cuando correo y telégrafo funcionaron frente escuela Cuauhtémoc, al oriente del hotel Aviña (primera y Madero).
Siempre dijeron “en secreto” que doña Temochi aquí estaba “escondida”, a exhorto del gobierno mexicano, perseguida por participar como culpable de la rebelión de nativos tarahumaras, quienes unidos a mestizos, declararon su autonomía: diciembre 1, 1891 en Temochi, contra caciques del porfiriato; al enfrentamiento, el ejército obedecía orden del gobierno Chihuahuense: buscar -donde estuvieran- hasta exterminar a instigadores. Cuando anciana, vendió propiedades, alojándose con familias de las niñas que cuidó como sus hijas. Su recuerdo hace eco en ese callejón, parte del ‘’Zumbido’’.